Capítulo XX

28 3 0
                                    

Y así, en menos de una hora ya nos habíamos alejado de Zhia rumbo a otra ciudad que desconocía. No estaba seguro de cuánto más podría seguir caminando así, me dolían las patas, pero no quería que los demás se detuvieran por mí.

—¡Vamos amigo, no te quedes atrás! —dijo Sam desde adelante junto a Moly. Jack estaba en el medio, no muy lejos de mí.

—Si te soy sincero, yo tampoco estoy muy acostumbrado a hacer viajes largos y a pie —dijo Jack —. Y menos si estoy acostumbrado a este calzado, que por lo visto es parecido al tuyo.

Era cierto, nunca pensé en mi calzado antes de salir con Moly. Había notado que su calzado era diferente al mío, pero no le di importancia.

Recuerdo que solía andar descalzo por la casa hasta que cumplí tres años. Entonces Danna me dijo que debía envolver mis patas con tiras de cuero grueso para que no me lastimara las patas con alguna piedra o resbalara en alguna parte.

Hubo un momento en el que intentaron colocarme botas, pero me las quité antes del medio día porque sentía que mis patas estaban muy apretadas. Tuve que convencer a Danna de que no era necesario, porque nunca salía de la casa.

Pero comencé a cambiar de opinión mientras caminábamos siguiendo a Moly.

No me sorprendió ver que la noche caía sobre nosotros y no habíamos llegado a ningún pueblo o villa. De hecho, no había absolutamente nada a la vista.

Realmente dormiríamos a la intemperie.

—¿Qué tal si caminamos hacia allá? —dijo Sam, apuntando hacia lo que parecía ser un bosque.

—Aun está bastante lejos —comentó Moly —. Y no creo que esos dos puedan seguir caminando por mucho tiempo. Caminamos bastante el día de hoy.

—Eso es porque no estan acostumbrados y porque no usan el calzado adecuado —dijo apuntando a nuestros pies —. Lo bueno es, que puedo cargar este pequeñín.

—¡Oye! ¡Ya bájame!

Sam no tardó nada en bajarlo, realmente no era un juego para él el ver un ceño fruncido en Jack, y mucho menos si ese ceño fruncido iba dirigido a él.

—Puedo caminar solo. Ademas, no subestimen mi calzado, no he sentido una sola piedra en el camino.

—Está bien, no voy a discutir eso contigo —dijo Sam, antes de mirarme —. ¿Qué hay de ti? ¿Crees poder seguir?

—También podemos acampar aquí mismo —dijo Moly.

Lo último que quería era retrasar a los demás.

Odiaba tanto ser el centro de atención...

—Descuida, aun puedo caminar.

—Andando, entonces —finalizó Sam, volviendo a caminar tomamdo a Jack de la mano.

Me sentí un poco incómodo cuando noté que Moly se mantenía observandome en silencio. No sabía qué quería de mí en ese momento y no sabía qué había que hacer para que dejara de hacerlo.

Por un momento creí que diría algo, pero luego solo tragó sus palabras y comenzó a caminar.

Por suerte había luna llena para iluminar nuestro camino, no faltaba mucho para llegar al bosque, pero realmente no estaba prestando atención al camino.

Se veía tan linda bajo la luz de la luna, su sonrisa resplandecía mientras observaba a las dos bestias que jugaban en el camino, en su propio mundo; y su suave risa era una agradable melodía que inundaba mis oídos.

Aquella noche había sido tranquila, Sam encendió una fogata en tiempo record con herramientas que él había fabricado en su taller, Jack tenía comida en su bolso y Moly también tenía comida. Lo que me hizo sentir algo inútil porque en mi bolso solo llevaba mi odre con agua, mi caja de madera, una capa para la lluvia, y mi caja de madera.

La Casa De Las Bestias Where stories live. Discover now