Prefacio

50 6 5
                                    

"A Dios clamé estando en angustia...y él me respondió."


Ben ignoró la incómoda sensación que le causaba el tener la ropa y los zapatos empapados, ya que el camino hasta allá debió realizarlo a toda prisa. Aunque no sin algunas dificultades.

Pero eso no le importaba. Aun si corría el riesgo de atrapar más que un resfriado, gracias a la tormenta que caía sobre Santa Rosa. El clima era lo de menos. E intentaba ignorar el hecho de que tenía las manos frías y sus pies helados no entraban en calor, tras pasar casi una hora sentado ahí, frente a la puerta de aquel departamento.

¿Qué más daba?

Ben frunció el ceño, mortificado. Aquella noche no debió haber dicho ni hecho demasiadas cosas. Sin embargo, ya no podía cambiar lo sucedido, e igualmente no quería. Y, por primera vez en su vida, estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias de sus actos.

Cierto, refugiarse en ese lugar no fue una de sus ideas más inteligentes. Pero estaba tan desesperado, que irónicamente acudió al último sitio donde se sintió a salvo. Aun cuando sabía que sería el primer lugar donde comenzarían a buscarlo.

Además, su repentina llegada tal vez alertó a algún vecino y quizá llamarían a la policía: en especial por el tipo de vecindario que era. Tratándose de un pueblo tan pequeño, lo más seguro era que un oficial local acudiría para regresarlo a su casa a la fuerza.

Pero Ben no quería volver. No cuando todo se desmoronó igual que un frágil castillo de naipes, luego de reunir el valor suficiente para expresar en voz alta la verdad. Su verdad. Y se atrevió a tomar el riesgo porque no tenía nada más.

Ya solo le quedaba Jacob.

A tales instancias, Ben tenía la sensación de que las horas pasaron igual que un borrón. Entre recuerdos confusos, hasta apenas ese momento comenzó a ser consciente acerca de la importante decisión que tomó, tras mucho meditar y preguntarse si sería lo más sensato. Al final, pese a ser un camino por el cual no podría volver, valía la pena transitarlo con tal de ser fiel a sí mismo.

Aun si la libertad era un eufemismo.

A pesar de todo, jamás se arrepentiría. No tras enfrentarse a su propia madre, ganándose su repudio. Todo por pensar y sentir de manera diferente. Por amar de una forma que, según los principios y doctrina que ambos conocían, lo condenaría al infierno.

Afligido, Ben contuvo un sollozo. Y no tuvo que ver con el escozor que sentía en la mejilla derecha, donde su madre le dio una bofetada.

Sí, reconocía que el dolor físico lo sorprendió, tanto que lo hizo perder la compostura. Hasta entonces, sus padres jamás usaron la violencia verbal o física como método correctivo. Ellos creían que la crianza respetuosa era un método efectivo para establecer una buena relación, vínculos positivos y valores morales.

Y, justo por eso, lo lastimó tanto que su madre eligiera no escucharlo. Le partió el alma que ella lo juzgara y, de paso, también lo golpeara.

Ben jamás enfrentó una situación parecida antes y sentía el corazón destrozado. A pesar de ello, su mente seguía clara, firme, decidida a seguir por esa senda de autodescubrimiento sin detenerse a mirar atrás, aun cuando todo se volviera incierto.

Mi voz en tu silencio PGP2024Where stories live. Discover now