Capítulo VIII

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Consternado, Ben se dirigió al estacionamiento de la escuela, reflexionando sobre lo que ocurrió en el salón de clases.

A pesar de sus esfuerzos por mostrarse confiado, lo cierto era que se sentía perdido, y no tenía la menor idea de cómo sobrellevar lo sucedido. Una vez llegó a la zona destinada a las bicicletas, esperó a que Jacob se dignara a aparecer, pero la incertidumbre lo rodeó igual que una sombra persistente. Y se preguntó si sus acciones fueron las correctas.

Tenía la horrible impresión de que caminaba por terreno desconocido sin un mapa claro, lo cual no le gustaba. En especial porque jamás imaginó que Jacob lo invitaría a su casa. Al principio, Ben albergó un poco de esperanza respecto a la efectividad de su improvisado plan, el cual se basaba en desafiar la postura de Jacob hasta que renunciara a que fueran compañeros de proyecto.

Por desgracia, no tuvo el impacto esperado y le salió el tiro por la culata.

Enfrentando la realidad de que táctica no funcionó, Ben se vio obligado a adaptarse, con la intención de encontrar otra vía desde la cual pudiese abordar el embrollo en el que se metió. Y en el proceso no solo lo encontró irónico, sino también hilarante: dado que, en términos simples, contribuyó a cavar su propia tumba.

Pero, a esas alturas, ceder a las provocaciones de Jacob lo colocaría en una posición incómoda en más de un sentido. Igualmente, se volvería perjudicial que la tensión aumentara, atrapándolo aún más en ese dilema del cual no sabía cómo salir. Así que, si daba un paso en falso, la delgada línea entre la firmeza y la confrontación se difuminaría.

Lo cual empeoraría las cosas.

Ben se masajeó las sienes, en un vano intento por mitigar su dolor de cabeza. ¿Cómo iba a solucionarlo? La imprevisibilidad de Jacob complicaba aún más la tarea de Ben, y aunque trataba, todavía no era capaz de anticipar cuál iba a ser el siguiente movimiento de Jacob, ni la manera en que reaccionaría ante sus acciones.

Tratar con él era igual a tener una granada en la mano, con la amenaza constante de que explotara.

Y tampoco podía echarse atrás a la propuesta de ir a su casa. Tomando en consideración la irritante personalidad de Jacob, retroceder le enviaría un mensaje equivocado, el cual interpretaría como una señal de debilidad. Y no dudaba que lo aprovecharía con tal de obtener ventaja. Así que, las palabras por parte de Ben debían ser estudiadas y meticulosas, pues repercutirían en el desarrollo de la situación.

Y, aun si no quisiera, establecerían la dinámica entre ellos de ahí en más.

Consciente de la inteligencia de Jacob, Ben entendía la importancia de ir un paso adelante. Así que, la habilidad de mantener su postura sin perder la perspectiva era crucial. A su parecer, era el único modo de llevar el problema a una solución que respetara sus principios y objetivos, sin recurrir a la violencia ni perjudicar a ninguno de los dos.

A juicio de Ben, la entereza en sus actos no era simplemente una estrategia táctica, sino una expresión de sus valores. Creía en que podría resolver los conflictos pacíficamente, de ese modo, quizá encontraría un punto neutral sin recurrir a medidas extremas.

Y recordó la conversación que tuvo con su padre esa mañana en el garaje de la casa. Ben seguía resistiéndose a dar nombres, y explicó lo que pasaba de forma superficial. Por fortuna Bárbara estaba en la cocina preparando el desayuno; eso lo hizo sentir con más libertad de explicar el dilema.

Carl, que trabajaba en darle mantenimiento a su bicicleta, lo escuchaba

—¿El proyecto es obligatorio? —Ben asintió—. Entiendo.

—Equivale a la mitad de nuestra calificación y a él no parece importarle. No me gustaría reprobar por su irresponsabilidad.

—¿Y qué tal te llevas con ese muchacho? —Carl quiso saber, tras tomar una llave de la caja de herramientas que tenía en la mesa.

Mi voz en tu silencio PGP2024Where stories live. Discover now