Capítulo VI

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Ninguno de los dos dijo nada por un tiempo considerable, pero Jacob se recompuso primero y esbozó una sonrisa cínica que encendió las alarmas de Ben, quien lo vio dar un par de pasos al costado, obligándose a mantener la calma.

¿Qué rayos estaba haciendo Jacob ahí, de entre todos los lugares en Santa Rosa? Primero se convertía en un fantasma imposible de localizar, y ahora de pronto se lo encontraba sin más. ¿Qué clase de broma cósmica era esa? Si Dios lo estaba poniendo a prueba, entonces no le gustaba en absoluto.

—¿A quién tenemos aquí? —Ben no pudo pasar inadvertido el tono sarcástico en la voz del rubio—. ¿Y entonces... eres un acosador o algo por el estilo? Siempre me topo contigo en los lugares menos esperados, niño nuevo.

Ben entrecerró los ojos con impaciencia por el comentario de mal gusto. Ni siquiera tuvo sentido pretender que no le molestaba la cínica actitud de Jacob: hasta entonces, cada encuentro que tuvo con él fue tan agradable como masticar un puñado de grava. Y si Jacob se dio cuenta, fue lo bastante audaz para demostrarle que le importaba un comino. 

Además, a diferencia suya, el rostro de Jacob no reflejaba gran cosa. Cualquiera que los viera adivinaría que Ben era quien estaba molesto, todo porque Jacob se hizo el desentendido varios días.

Que ahora apareciera de la nada no hizo más que enfadarlo más.

Era cierto que en la escuela todos evitaban a Jacob del mismo modo que lo harían con una enfermedad altamente contagiosa. Pero Ben no le temía en absoluto. No lo conocía y tampoco quería hacerlo. Y aunque sus padres jamás fueron partidarios de la violencia, le enseñaron a defender lo que creía que era correcto. Y a pesar de que Ben evitaba los problemas o confrontaciones serias, detestaba que lo trataran como si fuera un idiota.

Así que, de un instante a otro, Ben siguió un impulso y le lanzó a Jacob el libro que tenía en las manos con toda la fuerza que pudo. Jacob, quien reaccionó a tiempo para esquivarlo, le dirigió una mirada atónita. Evidentemente no esperaba una reacción de aquel tipo en absoluto.

—¡Hey! —Jacob frunció el ceño—. ¿Qué diablos es esto?

—Un libro —respondió Ben con ironía. Aunque Jacob fuese un matón y corriera el riesgo de recibir una paliza, Ben le pondría un límite en ese instante—. Supongo que nunca has visto uno en toda tu vida. 

—Vaya, eres capaz de dar respuestas inteligentes, ¿no es así? —Jacob tomó el libro de historia antes de levantarlo y sacudirle el polvo—. La bibliotecaria no es una mujer tolerante: no le gustará lo que has hecho con esto.

Ben apretó la mandíbula, mortificado. 

—Contigo no es posible hablar —dándose la vuelta, Ben recuperó su mochila y se dirigió hacia su bicicleta—. Suficiente: me voy.

Le daba igual tener que pagar un libro extraviado. Usualmente ahorraba el dinero que sus padres le daban cada semana, de ese modo podría cubrir el costo sin tener que explicarle a nadie lo que ocurrió. Era una solución sencilla a corto plazo y no tendría que seguir preocupándose por ello en los siguientes días.

—Realmente eres un niño de ciudad grande, ¿no es cierto? —Jacob se apoyó contra un árbol cercano y hojeó algunas páginas al azar.

—Eso no es de tu incumbencia.

—De todos modos mi advertencia aún es la misma —continuó, y esto hizo que Ben se detuviera en seco—: no durarás mucho aquí si te relacionas con las personas equivocadas.

Ben se giró para encararlo, pues Jacob le habló en un francés increíblemente fluido, tomándolo con la guardia baja. Pasmado, Ben no supo qué decir a continuación, pues su mente comenzó a ir con demasiada rapidez y temió tartamudear.

Mi voz en tu silencio PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora