Capítulo I

36 5 0
                                    

Ben miró con aburrimiento a través de la ventanilla del auto en el que viajaba con sus padres, y se preguntó cuánto más les faltaría para llegar a su destino.

Estaba exhausto luego de permanecer sentado durante tanto tiempo, y a esas alturas, solo quería salir del auto cuanto antes y descansar. Pese a ello, era consciente de que resultaría imposible. Según las especificaciones de la compañía de mudanzas que su padre contrató ese fin de semana, el traslado de sus pertenencias desde Los Ángeles hasta Santa Rosa se concretó dos días atrás.

Eso significaba que cuando ocuparan la nueva casa donde vivirían durante el próximo año, no les quedaría otro remedio que proceder a desempacar cuanto antes.

O al menos lo esencial, dadas las circunstancias.

Ben se colocó una mano bajo el mentón y omitió un resoplido, resignado.

Hasta entonces habían invertido cerca de seis horas de viaje, por lo cual se limitaron a detenerse en pequeños restaurantes de paso donde vendían comida rápida. Y también hicieron paradas ocasionales en estaciones de autoservicio para reabastecer combustible.

Si bien intentó distraerse en sus redes sociales, al final se convirtió en algo contraproducente: Facebook estaba plagado de fotos y vídeos de sus amigos y compañeros de la escuela, donde, ingenuamente, creyó que se graduaría al finalizar el año. Ahora debería hacerse a la idea de ser un chico nuevo en una ciudad donde tendría suerte si conseguía encajar.

Claro, a pesar de que intentó poner buena cara y alegrarse por su padre, lo cierto era que cada vez le parecía más y más difícil, ya que la idea de haberse mudado seguía desagradándole.

Su padre, Carl Rushford, era un reconocido Enólogo en los Ángeles. Tenía licencia de consultor y, a la vez, trabajaba como profesor en la Universidad de California, donde impartía clases de técnicas de cultivo y producción vinícola. Era tan bueno en su área de especialidad, que lo estaban considerando para dirigir un departamento de investigación propio, enfocado a la vinicultura sustentable.

Sin embargo, altos mandos retrasaban el proceso, gracias a la falta de proyectos aplicados fuera de simulaciones a pequeña escala en ambientes controlados.

A pesar de ello, la gran oportunidad se presentó un par de meses atrás.

Santa Rosa era una de las principales ciudades vinícolas en California, y la universidad tenía convenios con algunos de los productores, permitiéndoles a sus estudiantes realizar prácticas de campo y adquirir experiencia antes de egresar.

Obviamente se trataba de una relación donde ambas partes se beneficiaban. Por fortuna, Carl tenía una relación amistosa con uno de ellos, ya que le ayudó a erradicar una plaga que amenazó con destruir sus cosechas, lo cual le hubiese causado incontables pérdidas.

Gracias a su excelente desempeño, el hombre estuvo tan agradecido, que se ofreció a pagarle el favor si lo necesitaba. Y Carl, sin dudarlo dos veces, lo contactó para llevar a cabo sus investigaciones en un viñedo real.

Tras varias llamadas telefónicas, meses de planeación y organización, finalmente obtuvo la autorización por parte del decano para proceder, pues le brindarían financiamiento durante un año.

Y si todo resultaba bien, cuando regresara, lo nombrarían jefe de una nueva área de posgrado.

Eso, por supuesto, traería consigo múltiples beneficios para ellos: Carl obtendría un significativo aumento de sueldo, lo cual les permitiría pagar la hipoteca de la casa donde vivían. Asimismo, cubrirían de forma desahogada los gastos de su educación una vez se graduara de preparatoria. Ben entendía que el fin justificaba los medios, no obstante, decirles adiós a todos fue duro.

Mi voz en tu silencio PGP2024Onde histórias criam vida. Descubra agora