Capítulo VII

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Jacob entró en la cocina de "La Scala", llevando consigo una caja de botellas con agua mineral, pues necesitaba surtir el refrigerador industrial del fondo. Martha, su jefa y madre de Kathy, le pidió hacerlo antes de que el turno terminara.

Estaba exhausto. El día fue largo y pesado, por lo que su humor iba en picada considerablemente rápido. Le dolía la cabeza y solo quería dormir. Y a pesar de que intentó atribuirlo al hecho de que el restaurante tuvo más clientela de la habitual, sabía que esa no era la principal razón de su descontento.

Kathy, por supuesto, no hizo otra cosa que molestarlo con ese sentido del humor tan ácido que la caracterizaba. Y si bien intentó ignorarla, no lo logró. ¿Lo peor? Ella intuía a el motivo de su molestia, aun si Jacob se negó a contarle nada respecto a Ben. A decir verdad, verlo dos veces en un día fue algo que no esperó en absoluto.

Y era irritante. En especial porque lo sorprendió con la guardia baja en ambas ocasiones, llevándolo a actuar como un idiota: algo que no ocurría a menudo.

Al principio, a Jacob le pareció divertido molestar un poco a Ben. A leguas se notaba que Rushford era un pelele sin carácter ni personalidad, por ende, se dejaría llevar fácilmente por los rumores que circulaban de él en la escuela.

A Jacob no le importaba si Ben resultaba ser igual al resto de las personas que vivían en Santa Rosa. A tales instancias, ya sabía cómo lidiar con gente así: prejuiciosa y de mente estrecha.

A ojos de Ben Rushford, Jacob no era más que una basura: alguien con quien no valía la pena tratar. Nada que no supiera ya. Además, tomando en cuenta que Jacob era el tipo de persona que enfadaba a melindrosos y remilgados con una facilidad sorprendente, aquel resultado le parecía de lo más normal.

Sin embargo, cuando Ben lo confrontó del modo en que lo hizo, mirándolo a los ojos sin miedo, Jacob supo que, hasta cierto punto, pisaba terreno desconocido. Lo sorprendió descubrir que Ben tenía agallas, y a pesar de que Jacob respetaba eso en los demás, seguía siendo divertido meterse con él y hacerlo perder la paciencia por comentarios fuera de lugar.

Le causaba gracia. Era todo.

—De acuerdo —Kathy llevaba consigo una docena de saleros que iba a rellenar—. ¿Qué rayos fue eso? Y quiero una respuesta decente y no tu encantador sarcasmo habitual, por favor.

Jacob dejó la reja sobre una mesa cercana y arqueó la ceja, como si ella hubiese preguntado cuál era el origen del universo y debía explicárselo en cinco palabras o menos.

—No sé a qué te refieres —Kathy le lanzó uno de los saleros semi vacío. En resultado, pequeños granos de sal cayeron al suelo y Jacob gruñó—. Ya había limpiado ahí.

—Los mentirosos trabajan doble —Le sacó la lengua—. Anda: suéltalo. No es la primera vez que ustedes se encuentran por ahí.

Jacob frunció el ceño. Ella se refería al incidente en el estacionamiento.

Para nadie era un secreto que los imbéciles de fútbol americano tenían un problema con Jacob por su abierta preferencia sexual. Jacob nunca hizo ningún movimiento con ellos en ese aspecto, a pesar ello, respondía con frecuencia a sus estúpidos insultos y eso los provocaba bastante.

Y casi siempre terminaba en peleas, porque Jacob tenía la singular particularidad de irritar a la gente con solo abrir la boca. Ciertamente, se consideraba un chico listo con un sentido agudo, y debería ser suficiente para que evitara decir cosas que no eran de su incumbencia.

Mi voz en tu silencio PGP2024Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin