Hasta que la muerte nos separe.

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Para Howard el cabello de María era algo casi imperturbable, siempre bien peinado y arreglado, resistiendo incluso los peores vientos. Sin embargo, ahora una fina hebra de sus cabellos rubios ahora opacos por el peso de los años caía sobre su frente, se enroscaba y reposaba entre sus cejas  mientras el viento apenas lo movía. Quizás fue un pequeño gesto en su boca, quiza la sopresa, que hizo que su bigote se moviera de lado a lado, las uñas medianamente largas de su esposa jugaron con el pequeño bolso que traía a su lado y las palabras simplemente no brotaron por esos segundos de contacto visual, lleno de sentimientos que solo personas que se conocen hace años pueden expresar en miradas.

—¿Vienes a cuidar de Tony? —preguntó sin abandonar su posición ladeada y rígida como una roca.

—Mi padre me ofreció estudios en enfermería, nunca me gustó, lo sabes. No era lo mío... Y tampoco lo tuyo.

A pasos lentos y fuertes se acercó hasta que solo centímetros los separaron del otro.

—Siempre fui mi culpa ¿Verdad? Tony, su completa existencia.

—Siempre quise un hijo.

—No mientas, no ahora por favor. —suplicó mientras sus manos se posaban en los hombros de su esposo. Y el suavemente rodeaba su cintura. —Solo tenía tanto miedo, tanta desconfianza. Tú te ibas por horas y luego regresabas con tantos aromas sobre ti que siempre me cuestione si realmente cumplias a nuestra promesa de fidelidad.

—Oh, María... Si siempre fuiste la única mujer con la que quise casarme.

—Y luego te reclamé, tú te enfureciste por la desconfianza y yo, yo pensé que me dejarías. Entonces regresaste, un poco tomado quizás. Siempre decías no querer hijos, y era un sueño que compartíamos. Entonces pensé que tal vez un bebé cambiaría todo y-

—Lo hizo, cambió todo. Pero nunca cambió mi amor hacía ti. Y si, nunca quise ser papá. Solo sucedió y fue maravilloso, cada día, cada paso, incluso cuando fallé. Fue hermoso, y solo tú me diste aquel regalo de experimentar la paternidad. Y siento que... que lo he hecho mejor que mi padre.

María apoyó su cabeza el pecho de Howard y lentamente se dieron un beso pausado. Sonrieron y en un suspiro se separaron.

—Ha sido demasiado sentimentalismo por hoy, querido.

—Definitivamente mujer. Tengo que irme y-

—Vamos, Howard. No seas un viejo anticuado. Que hay de un último paseo en coche.

—Mujer, sabes que...

—Lo sé. Todo, Howard.

—¿Como puede ser eso posible?

María sonrió mientras se dirigía al coche y con la última gran sonrisa Howard definió su teoría de la sonrisa de Tony y sus orígenes, al menos heredó algo del amor de su vida y supone que algo suyo también, algo de ambos, fruto del amor.

—Además. —gritó. —Su sistema de seguridad es muy vago, Señor Stark.

Howard sonrió antes de seguirla hasta el coche en donde después de abrocharse el cinturon vio por última vez la silueta de su hijo, en su habitación, acurrucado. Quizás apunto de dormir.

Miró a su esposa, le sonrió y después de pintar sus labios de carmín le dijo. —Lo sabes, cariño. Hasta que la muerte nos separe.

***

Tony esperó un poco antes de asegurarse completamente que su padre se hubiera marchado cuando emprendió rumbo, nuevamente, a la habitación de Steve. Se le había prohibido, pero no es acaso la prohibición de algo lo que motiva más a mas jóvenes mentes a hacerlo. Esque el sabor de lo prohibido es incomparable.

Haciendo un poco de esfuerzo para romper la seguridad de la puerta y entró sintiendo el fuerte aroma que Steve desprendia.

—¿Steve?

No respondió.

Tony tomo espacio en la habitación con cuidado y se acurrucó a su lado. En un gesto involuntario Steve se abrazó a él y escondió su rostro en su cuello. El omega se sonrojó y entre tanto calor encontró por fin sueño.

***

La madrugada fue muy movida. Empezando con Steve, quien además de estar medio desnudo, en celo y agotado ahora estaba despierto y algo racional. Ver  Tony acurrucado cerca le hizo pensar cosas indecorosas obviamente. Ahora que los recuerdos llegaban a su mente quería darse un golpe fuerte por ser reverendo imbécil aunque estaba seguro que Howard ya se había encargado de eso, recordándolo estaba cuando los ojitos café de Tony lo miraron. Se había despertado por tanto movimiento.

Se miraron un rato, reconociéndose y lentamente Steve acarició la mejilla de Tony. Si, Howard lo iba a matar.

—Eres precioso. —murmuró Steve medio ido de nueho. Su olor exquisito solo motivaba a su lobo a salir.
Tony no respondió al halago, solo recogió sus piernas haciendo que una de ellas quedara cerca del abdomen de Steve mientras que la otra entre la suyas.

Quizá pestañeo un momento porque cuando abrió los ojos nuevamente la mano de Steve ya no acariciaba suavemente su mejilla sino que estaba muy rígida en su cintura.

Con la clara tentativa de bajar. Finalmente Tony obtuvo lo que quiso al subir un poco hasta dejar sus rostros muy juntos. Sin poder resistirlo más tomo sus mejillas y lo besó. Usualmente Steve se negaría y le diría lo muy mal visto que estaba eso, pero no. Steve disfrutó mucho del contacto y subió su mano para poder apretar la nuca del joven sobre si. El beso se volvió repentinamente muy intenso cuando la lengua de Steve irrumpió en su boca o cuando le comenzó a moder los labios. Viendo lo fácil que cedía a su tacto solto la nuca para deslizar aquella mano por abajo de su camisa y comenzar a tocar por doquier. Con mucho entusiasmo hacia sus pezones cabe resaltar.

El besó duro varios minutos, empecinado en dejar sus labios rojos como tomates. Lo logró y solo así se vio satisfecho.

Respirando pausadamente Steve lo miró con deseo palpable.

La parte razonable de Steve habló cuando le dijo:

—Por favor, dime que algo de esto no te gusta, dímelo y me detendré. Lo juro. 

—Me gusta. Mucho.

El alfa acarició su cabello.

Para cuando Tony sintió que este se levantaba pensó que Steve lo había pensado mejor, que de seguro se había arrepentido de todo esto y que ahora lo evitaría de nuevo.

Sin embargo grande fue su sorpresa cuando Steve solo se levantó para quitarse la camiseta y hacerse lugar entre sus piernas.

Ya sin pudor Steve lo beso con fiereza.

Arnie [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora