🍞Día 2: Náuseas🍞

898 96 14
                                    

Regresar a casa no fue fácil.

Estaba afuera, acompañado de Otabek, quien iba a asumir la responsabilidad que ahora tendría.

Dios, era tan malditamente masculino y por eso le encantaba.

Le tomó de la mano con fuerza y le miró con inseguridad.

-...Tranquilo soldado, todo saldrá bien...—Apretó su agarre, dándole la confianza que necesitaba para enfrentar a sus padres.

Bueno, a su padre y a su padrastro.

El cerdo no era su padre biológico. Apenas y recordaba como era, pero por las fotos que el calvo aún conservaba, podía decir, sin temer a equivocarse, que era una gran belleza. Alek Plisetsky, ex-patinador sobre hielo, modelo y un buen muchacho que tuvo la mala suerte de estar en el lugar incorrecto en el momento incorrecto. Una bala perdida lo alcanzó y acabó con él en solo minutos. Él tan solo tenía tres años cuando sucedió y bueno, no le tomó mucha importancia hasta que su imbécil padre decidió casarse de nuevo. El japonés no le caía mal, pero sentía que era demasiado consentido por el viejo y sí, aunque no lo admitía en voz alta, tenía envidia de toda la atención que recibía de él.

Era su padre y por ello es que él debía ser su mundo.

Tampoco es que se quejara mucho, ya que el viejo le daba bastante libertad y sobre todo dinero. Mucho dinero.

Así que, con la valentía que su pareja le brindaba, se encaminó al encuentro de esa pareja extraña.

Yuuri fue quien abrió la puerta y agradeció mentalmente. Su ceño estaba fruncido y dirigió su atención al pelinegro que tragó duro al ser escudriñado por él. Su mano tembló ligeramente, pero se mantuvo fuerte.

-...Tu padre está en la sala...—Dijo dejándolos entrar, yendo hacia donde su esposo esperaba, dramáticamente parado frente a la chimenea que había encendido para esta ocasión.

Una gota de sudor bajó por la frente de los jóvenes al verle.

Ahora entendían porqué decían que ver muchas películas dramáticas hacían daño.

-...No puedo creer que me esté pasando esto...—Habló luego de varios minutos en silencio—...Cuando tu padre murió, te tomé entre mis brazos y te crié, Yuuri te crió ¿Porqué nos haces esto?

-...Primero que nada, basta con el drama...—Bufó, el peli-plata zapateó, pucheó y se dio vuelta—...Segundo, dejenme presentarles a Beka...—Señaló.

-...Un placer...—Hizo una pequeña reverencia ante ellos—...Soy Otabek Altin, el novio de Yura y el padre del bebé que lleva en su vientre...—Se presentó respetuoso.

Vikto parpadeó un par de veces y le miró de arriba abajo antes de fruncir el ceño obscuramente.

-...¿Tu edad? —Preguntó en claro tono de enfado.

Otabek volvió a tragar duro.

-...V-Veinte, señor...—Carraspeó.

Yuuri se llevó ambas manos a la boca, sorprendido por la nueva información.

-...¿Si sabes que mi Yurio tiene apenas diecisiete años? —Sus puños estaban fuertemente apretados.

-...Lo sé...—Asintió y tomó un largo respiro—...Mire, admito que debimos haber sido más cuidadosos, pero por lo menos debe ser comprensible. Estoy aquí para apoyar a Yura, para ser el padre de ese bebé y de ser posible, casarnos cuando nazca.

El rostro del menor enrojeció furiosamente. Él no sabía nada de esto último.

-...¡Él aún es muy joven!

-...Pero cumplirá la mayoría de edad en esta etapa...—Comentó, haciéndole callar—...Debería estar agradecido de que esté aquí y que no me haya marchado...—Cerró sus ojos—...Yura es a quien amo y la edad es lo de menos...—Acercó al rubio a él—...Su hijo me hace feliz y yo a él ¿Acaso alguna vez lo ha visto llorar por mi culpa?

-...¡Ni siquiera sabía que existías! —Exclamó. Yuri desvió su mirada cuando el kazajo volteó a verle sorprendido.

-...Yura...

-...¡Perdón! —Exclamó alarmado—...Ya sabía que el viejo reaccionaría así, por eso me tardé un poco en decirles y pues...—Jugó con sus dedos, mirándole de reojo—...Pero él no va a impedir que vivas conmigo ¿Verdad papá? —Batió sus pestañas e hizo ojitos, sabiendo que el viejo no podría resistírsele.

Y así fue.

Por ello era que ahora se encontraba ayudando a su novio a acomodarse en su habitación. Por suerte su cama era matrimonial, ya que acostumbraba dormir con Potya, su adorado gato.

Esperaba que no le molestara darle su lugar al kazajo.

-...Esto era lo último...—Dijo el mayor, limpiando el poco sudor que había en su frente—...¿Yura? —Parpadeó un par de veces al verlo ligeramente pálido—...¿Te encuentras bien?

El contrario negó e inmediatamente corrió hacia su baño, expulsando todo lo que había comido en el día. Otabek le escuchó e hizo una mueca y se acercó a él lentamente. Asomó su cabeza y lo observó con la frente pegada al váter.

-...¡Todo esto es tu culpa, Beka! —Exclamó con lágrimas en sus ojos.

Otabek enarcó una ceja y dio un brinquito en su lugar cuando volvió a vomitar. Tardó un poco en entender que las náuseas eran algo normal en el estado en que se encontraba el rubio, pero gracias al japonés pudo saber que hacer las siguientes veces que su pequeño vomitó.

Era asqueroso, sí, pero debía soportarlo. Después de todo, sí era su culpa. Por haber cedido a hacerlo sin condón aquella vez.

Yuuri trataba de ayudar también. Preparaba cosas que le hicieran bien al menor, esperando que se mantuvieran en su estómago. Respondía las dudas del kazajo, que no era muy comunicativo, y trataba de mantener bajo control al papá sobreprotector y dramático en que se había convertido su esposo.

La mano en su espalda trataba de aliviar sus arcadas, pero era obvio que no servían de nada. Su cabello estaba siendo sostenido sin cuidado para que no se ensuciase. Estaba avergonzado por todo lo que hacía su novio, incluso se mantenía con él casi con los ojos cerrándose y bostezando con claro sueño. Otabek sin duda había sido el mejor hallazgo en toda su vida y agradecía a Dios que lo hubiese puesto en su camino.

-...Tranquilo soldado. Yo estaré aquí, siempre a tu lado.

El Pan Del Tigre #AgostodeM-Preg2022 [Otayuri] 🍞Terminado🍞Where stories live. Discover now