🍞Día 11: Barriga🍞

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Seis meses.

Seis meses cumplidos y Yuuri sabía que algo no estaba bien. Por ello ahora se encontraban en el consultorio de la gineco-obstetra. Los cuatro en ese lugar, esperando a la doctora.

-...Yo sigo pensando que estás exagerando, cerdo...—Yuri se cruzó de brazos, fastdiado.

El tiempo que estaban perdiendo ahí lo podía estar usando para hacer ejercicio. Le habían salido más estrías y estaba luchando por hacer que desaparecieran, ya que le daban mucha comezón.

-...Ya veremos que dice la doctora...—Yuuri estaba nervioso. Su instinto materno estaba muy perturbado con solo verlo.

Otabek estaba mejorando radicalmente y eso lo alivió. El pobre kazajo había sufrido demasiado, merecía un descanso antes que el bebé naciera y volviera a verse desastroso.

Bueno, ambos se verían desastrosos.

Cuando finalmente llegó la mujer, miró fijamente al rubio, luego a su pareja y luego al japonés.

-...Así que están aquí para consultar al embarazado...—Dijo, a lo que el japonés asintió—...Bien, jovencito, sígueme...—Le hizo un par de ceñas y caminó hacia la enemiga del rubio en los últimos meses.

La báscula.

El rostro de la mujer se contrajo al ver el peso que le indicó el aparato, así que se encaminó a su escritorio y en uno de los cajones revisó hasta dar con una cinta métrica de costura. Se acercó nuevamente al rubio y le pidió que levantara su camisa. Este lo hizo con una ligera vergüenza, ya que la zona estaba llena de estrías feas. La doctora pasó la cinta tras su espalda y la colocó en el centro de su vientre, tomando las medidas que la hicieron mostrar una fea mueca marcada.

-...Estaba en lo correcto ¿Verdad? —Habló, después de estar en varios minutos sumidos en ese silencio no agradable—...Está pasando algo malo.

-...Bueno, yo no diría que malo...—Habló la mujer, colocando una mano sobre su escritorio—...Solo que...es algo que no se ve mucho y pues, tampoco se debe dejar pasar.

-...Suelte la sopa, señora. Tengo que regresar a hacer ejercicio...—Yuri, fastidiado, replicó.

-...Miren...—Tomó asiento y suspiró pesado—...El joven se encuentra por debajo del peso que debería tener en este trimestre de embarazo...—El rubio sonrió con orgullo—...Y esto no está bien...—Dijo, borrando su sonrisa—...Al perder peso, está forzando a la criatura a no comer. Le podría ocasionar severos problemas ya que en esta etapa sus órganos se están empezando a desarrollar.

Yuri sintió una punzada en el pecho ¿Su bebé estaba sufriendo por su pendejez? Acarició su vientre y apenas sintió un movimiento leve.

Se preocupó aun más.

-...Van a hacerle un exámen de sangre ¿Verdad? —Preguntó el japonés. La mujer asintió.

-...Puede que el peso no sea solo uno de sus problemas...—Hizo una mueca—...Les sugiero que suba de peso rápidamente o sí podría tornarse algo muy malo...—Miró fijo al rubio—...Tomaré unas muestras de sangre y le programaré un ultrasonido para revisar el estado del feto...—Cerró sus ojos un momento—...Puede que sea primerizo y tenga esa excusa, pero no por ello debe descuidarse a tal grado, jovencito.

Yurio se sintió muy mal. Después de que la doctora les hubiera recomendado una dieta que debía seguir para aumentar su peso y, quisiera o no, tenía que vivir con ello hasta que diera a luz, se fueron.

Llegar a casa fue raro, ya que dentro se encontraba una persona no esperada por ninguno.

-...¡Selfie de bienvenida! —Exclamó el tailandés con un hámster en uno de sus hombros—...Ah, esperen...—Parpadeó un par de veces e hizo zoom a la fotografía—...No...mames...cabrón...—Abrió sus ojos grandes y volteó a verlos—...¡Estás preñado!

-...Me haces ver como un animal...—Yurio frunció el ceño—...¿Qué demonios haces en mi casa, ratón? —Gruñó.

-...Yo también quisiera saber como entró...—Viktor entrecerró su mirada, temiendo tener que llamar a un cerrajero para arreglar la puerta.

-...Tengo llave...—Sonrió y mostró aquello, Otabek pasó de largo, puesto que tenía ganas de mear—...Le saqué copia cuando Yuuri vino a mi fiesta de trapitos hace unos meses.

-...¡¿Fiesta de qué...?! —Viktor se escandalizó, el rubio parpadeó un par de veces, confundido.

-...Te juro que no sabía de qué se trataba...—El japonés sudó frío al ver su dura mirada—...Pichit, te pido discreción. Aún no anunciamos el embarazo de Yurio.

-...¿Enserio? —Parpadeó un par de veces—...Ah, bueno, tendré que retocar la foto antes de publicarla...—Hizo un ademán de hombros y comenzó con su labor. Por suerte era un experto en esas cosas.

Luego de eso, el calvario del ruso empezó. Entre Yuuri y Pichit le hicieron un almuerzo cargado y balanceado para ayudarlo a subir de peso.

Tenían una semana para que el menor subiera varios kilos y a su vez pudiera regresar la salud al pequeño en su vientre.

Cinco comidas que incluían alimentos ricos en fibra y nutrientes esenciales. Pescados y carnes magras, legumbres, frutas, verduras, lácteos y semillas principalmente. El aumento del tamaño en su vientre le ocasionó dolores de espalda que lo ponían de muy mal humor. Se infló tan rápido que tuvo miedo de reventarse en cualquier momento. En la semana, la doctora les había llamado para incluirle en su dieta un poco de hierro porque estaban algo bajas sus reservas.

Al llegar el lunes de la siguiente semana, los cinco fueron nuevamente al consultorio de la doctora. Sí. Pichit también fué, diciendo que debían tener alguna foto o video del momento.

Nada más verlo, la doctora sonrió y midió su vientre con alegría. Habían logrado su cometido y ahora solo quedaba mantenerse así.

Aunque le costara mucho al tigre.

-...La ecografía de hoy te gustará mucho...—Le dijo mientras se preparaba para atenderlo—...Es muy especial.

-...¿Eh? —Yuri parpadeó un par de veces, sin comprenderla.

Cuando el aparato esparció el gel por su barriga y enfocó lo que había ahí dentro, quizo llorar.

Sintió su palpitar acelerarse de golpe, puesto que el sonido del latir de la pequeña criatura en su vientre lo llenó de gozo. Sin embargo, lo que le dió muchísima ilusión fué ver cómo aquella masita blancuzca se chupaba un dedo, bostezó e incluso sonrió.

¡Era como si de algún modo supiera que su mamá lo estaba mirando!

-...Mierda...—Murmuró Otabek, ganándose su atención. Limpiaba sus ojos, aunque de nada servía pues las lágrimas seguían saliendo a mares—...Es el mejor día de mi vida, soldado.

-...Lo sé...—Sonrió—...También es el mío, Beka...—Volvió su mirada al monitor.

Algo le decía que su bebé pensaba igual.

El Pan Del Tigre #AgostodeM-Preg2022 [Otayuri] 🍞Terminado🍞Where stories live. Discover now