CAPÍTULO 27| Belén

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Adrián me tendió una uva que yo, coqueta, recibí. Sus ojos se dilataron, pero todo era un juego porque estábamos frente a cinco familias que «festejaban» con nosotros que la familia Beta tuviera un nuevo miembro... o a mejor decir, que ya se supiera quién sería la familia reemplazante de los padres de Adrián.

Ya se había dado la noticia. Mis suegros se habían encargado de montar un bonito evento con comida para todos. Incluso contrataron un grupo musical para que ambientara. Me sentía más en una boda que en un simple anuncio. Había esperado que solo llegaran, dar la noticia y escaparme con Adrián a algún lugar para estar solos los dos, pero ese plan se había ido por el retrete en cuanto entré y vi todo el montaje.

La estaba pasando bien, a pesar de todo y, según lo que me había dicho el padre de Adrián, la velada estaba pronta a terminar porque mi hora de llegada a casa era a las diez. Sí, mis padres la habían corrido solo dos horas más, pero me alegraba por ello.

Me sentía como una chispa gracias al vino que Adrián me había dado. No estaba borracha, pero sí un poquito feliz. Vuelvo a decir que, gracias a que mi cuerpo era más humano, no era tan difícil emborracharme como a cualquier otro licántropo, así que la media botella que me había tomado yo sola estaba haciendo estragos.

—Bien, es hora de que dejes esto. —Hice un puchero cuando alejó la copa de mis manos. Él, siendo tan responsable, no había tomado ni un trago porque debía manejar para llevarme a casa.

—Eres muy aburrido.

—Y tú una mujer en camino a ser una borracha. No tomes tanto vino, por favor, sabes que es malo.

Asentí y me acerqué a su boca pidiendo un beso.

—Solo era una broma, sé que no puedo beber tanto.

Rozó sus labios con los míos, tentándome.

—Adrián...

—Sí tú vives seduciéndome yo también puedo hacerlo —susurró antes de presionar su boca en la mía. Sonreí y me incliné más a su tacto—. Debo llevarte a tu casa, ¿estás lista?

Asentí con fervor. No quería seguir ahí, aguantando las miradas de las otras familias. Lo veía en los ojos de todos ellos: esperarían el momento indicado para desafiar a Adrián y ganarse su puesto. Me veía como si fuese una mosca, algo insignificante, pero, a la vez, un obstáculo.

Solo había dos personas que no me miraron como una mosca muerta: los dos hechiceros que estaban como testigos de la reunión. Nahsary, mi maestra y otra mujer que no conocía de nada, pero tenía unos bonitos ojos verdes.

Él tomó mi cartera del respaldo de la silla y se levantó tomando mi mano. No se despidió de nadie más que de sus padres, a quienes vería solo unas horas después. Sin embargo, la hechicera que me enseñaba su medicina se acercó a nosotros antes de que subiéramos al auto.

—Siempre supe que te esperan cosas grandes —dijo, llamando nuestra atención. Se acercó con su andar característico y tranquilo, los bucles de su cabello cayéndole hasta la espalda baja.

—¿Alguna vez viste que estaría emparejada con Adrián? —Una risa cristalina se filtró entre sus dientes.

—No hay que tener el don de la videncia para saber que estaríais juntos. Aunque el enlace puede dar sorpresas, también es predecible en casos como el vosotros.

Adrián se adelantó un paso hacia ella. Tendiéndole la mano. La hechicera la sacudió como saludo, tan relajada como siempre.

—¿Belén te pasó mi recado? —preguntó y yo hice una mueca porque lo había olvidado. Adrián me miró confuso.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now