CAPÍTULO 56| Belén

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Volver a firmar con Adrián se sintió muy diferente a la primera vez.

Lo miré firmar con mi corazón acelerado y una sonrisa gigante en mis labios. Se sentía diferente porque toda la situación era diferente.

Él iba vestido con un traje, yo con un vestido blanco de tirantes y de falta algo traslúcida con flores bordadas, regalo de Marta. Mis suegros y mis padres estaban allí, papá con cara de pocos amigos, pero no me dejaba afectar por eso. Estaba feliz, por fin iniciaría mi vida como debía ser con Adrián.

Él me sonrió también cuando pasó los papeles hacia mí y no demoré en firmarlos. Mis suegros llevaron un fotógrafo que inmortalizaría todo momento de esa reunión. No podía haber pedido más.

Miré con disimulo la mano de Adrián, esa que ya llevaba la alianza que habíamos elegido juntos hacía un par de días atrás. Era una banda de diseño sencillo. La mía también era sencilla, pero tenía pedrería a los costados.

Al termino de la firma todos nos felicitaron sin dejar que el notario terminara el protocolo y sin dejar que nos diéramos nuestro primer beso como esposos.

Lo hice saber y obtuve algunas risas antes de que me dejaran tirarme hacia mi esposo, quien me recibió en sus brazos y no esperó ni un segundo de más para besarme.

—¿Esta vez sí es lo que quieres? —Asentí sonriendo sobre sus labios.

—Solo falta la celebración y ahí sí sería todo lo que quiero.

Él me bajó, todavía sonriendo. Habíamos necesitado de dos semanas más para firmar, entre mis conversaciones con Miranda, quien al final prefirió irse a un lugar más pequeño con Kyle, y la entrega de la casa, junto con la venta de lo que habíamos comprado y no seguiríamos necesitando, como mi cama.

A diferencia de la primera vez, estaba segura de que no necesitaría un respaldo. Esta sería la definitiva en mi convivencia con Adrián.

Recibí las felicitaciones de todos, menos de mi padre, pero hice como si no hubiera pasado nada y solo me dediqué a festejar mientras salíamos del lugar. Marta y Daniel, de nuevo, gastaron dinero invitándonos a todos a una cena temprana. Hicieron una reservación en un restaurante cercano. Como el auto de Adrián solo era de dos puestos, le pedí a mi madre que tomara un taxi para que Kyle y Miranda pudiesen ir con mis suegros. No quería a mi padre conviviendo de más con ellos, no si iba a mostrar esa actitud y a desquitarse con ellos de su frustración. No quería que ellos vieran lo desagradecido que era mi padre.

Creo que ya me estaba acostumbrando a la vida que Adrián me podía ofrecer y me gustaba. A futuro, lo veía como su padre, siempre consintiendo a su esposa en lo que quisiera sin reparar en gastos, como en esa ocasión con la cena en un restaurante de techos altos, luces cálidas, mesas de madera y un aire sofisticado y elegante.

Me encantaba.

Adrián no soltó mi mano en ningún momento, de hecho, se dedicó a besarla de vez en cuando mientras conversábamos. Mamá fue la única que participó en la conversación, obligando a mi padre a contestar unas cuantas veces. Me sentía tensa y a la defensiva por cualquier cosa que pudiese salir de los labios de él. ¿Para qué había aceptado ir si iba a estar con esa actitud?

—Tocando el tema de la luna de miel —dijo mi suegro sacándome de mis pensamientos y logrando que corriera mi mirada de mi padre hacia él—. Sabemos que tenían pensado hacerlo en unos meses, luego de la celebración, pero con mi mujer pensamos que sería mejor que tuvieran su viaje antes de que se acaben sus vacaciones y comiencen a tener las peleas de todo matrimonio que convive, así que... —Extendió a Adrián un sobre que se veía algo grueso para el tamaño que tenía.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora