CAPÍTULO 35| Belén

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—¿Sabes algo de Adrián? —pregunté a Marta mientras apretaba mi teléfono entre mis manos. Mi suegra frunció el ceño y negó.

Suspiré y volví a llamar a su número. Las cosas no estaban bien entre ambos, pero no era motivo para ignorarme y se lo diría.

La preocupación me estaba aplastando el pecho. Sentía algo inquieto dentro de mí, pero me avisarían si lo hubiesen llamado a pelear. Entonces ¿qué era?

De nuevo, no tomó la llamada y sentí las lágrimas golpear mis ojos y el nudo volver a mi garganta.

De pronto tocaron la puerta y aunque todo en mí gritó que Adrián tenía llaves y no tocaría, corrí a ver si era él, pero en vez de eso me encontré con una señora como de mi estatura.

—¿Sí? —pregunté porque sabían quién era ella. Mi voz salió en un suspiro susurrado, porque el miedo a que fuera cierto lo que estaba pensando mi mente.

—Vengo a esperar al señor Adrián, ¿sería tan amable de dejarme pasar? —Sentí unas manos en mis hombros a la vez que negaba. Iba a cerrar la puerta en las narices de la mujer sin importarme nada más, pero mi suegra no me dejó.

—¿Por qué te mandaron? —preguntó Marta intentando hacerme a un lado, pero me negué. Necesitaba escucharlo y confirmarlo.

—El alfa me mandó para cuidar de él. Se hizo un cambio de curandera.

Me quedé de piedra antes de que la ira se encendiera en mí. Solté un grito agudo y frustrado que asustó tanto a la Marta como a Elena.

—¡No voy a permitir que hagan eso? —vociferé e intenté cerrar de nuevo la puerta, pero Marta volvió a impedirlo al tomarme por la cintura—. ¡Yo soy quien lo cura y la que mejor lo puede hacer!

—Belén, cálmate —pidió mi suegra mientras tomaba mis brazos e intentaba dejarme quieta. Gruñí.

—¡No! ¡No voy a dejar que Adrián haga eso, no tiene derecho!

—¡Belén, cálmate, por favor! —gritó mi suegra cuando logró inmovilizarme, pero yo seguía resoplando y sintiendo que tenía un ataque de pánico.

No quería, me negaba a que Adrián se pusiera más en riesgo. Yo podía curar incluso sus heridas más graves, ¿por qué no me dejaba solo hacerlo? ¿Por qué quería sufrir?

—¿Por qué me hace esto? —sollocé con mis brazos pegados a mi cuerpo porque Marta no me dejaba sacarlos. Ella me miraba con preocupación y temor en sus ojos.

—Bueno, ahora logro entenderlo, Belén. ¿Cuántas veces lo has curado con tu sangre? ¿Te has moderado con eso? —No respondí porque la respuesta era negativa—. Estás temblando. Ven, te prepararé un té para que te calmes.

Me dejé llevar por ella, aunque todo en mí gritaba que debía correr a Elena para que no ocupara mi lugar.

Frente a mí pusieron una taza humeante que solo me quedé mirando porque estaba concentrada en otras cosas. Mis sentidos estaban intentando escuchar un auto llegando con Adrián, unas pisadas desconocidas, el olor de mi compañero... algo. Necesitaba ser la primera en saber de él.

Un golpeteó llamó mi atención. Corrí la mirada de la taza hacia Marta, quien me miraba con el ceño fruncido y aún con esa mirada preocupada.

—Tómate el té, te sentará bien. —Solo para aparentar comencé a tomarlo mientras volvía a mi mente y me preparaba para salir corriendo hacia mi esposo cuando llegara.

En la cocina se hizo silencio. Marta no quitaba sus ojos de mí y yo no los quitaba de la taza. En esa situación aprendí que mis sentidos en sí no eran pocos, yo era la que no quería potenciarlos. Escuché en la planta superior a Elena preparar sus implementos, a un auto pasar a calles de la casa, la respiración de Marta, el agua en la tubería bajando y una gotera de no sé dónde.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now