CAPÍTULO 32| Adrián

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No podía concentrarme en clase de geometría por pensar en Belén.

Mi cerebro recibía lo que el profesor decía y anotaba todo tal cual, pero lo hacía en automático porque mis pensamientos estaban en el rostro triste de Belén durante esas semanas.

Sentía que habíamos mejorado, pero a la noche la pillaba siempre con una expresión triste. Pedí a Chelem tener los días libres y mi entrenamiento se redujo un día que lo pasaba con Belén, pero la mayoría de las noches tenía que salir y de nuevo tenía a Belén con expresión ausente.

—Señor Lee, ¿puede quedarse un momento, por favor? —Parpadeé para salir de mi ensimismamiento cuando el profesor me llamó. Los demás recogían sus cosas para salir, pero yo seguía en mi lugar. Carraspeé y asentí antes de guardar mis cosas y acercarme al escritorio—. Me encuentro preocupado por ti, muchacho. Al comienzo de las clases estabas emocionado por aprender y ahora veo que tienes un trabajo retrasado.

—Estoy en ello, señor. Lamento mucho la tardanza.

Me dio una mirada que me hizo callar, no por ser mala o algo parecido, sino porque vi franqueza en ella.

—Mi olor no lo puedo ocultar de ti —dijo y sí, no podía ocultarlo. Sabía que, como yo y un par de compañeros, era licántropo—. Me informé sobre ti, Adrián. Sé que eres el hijo de la familia beta y mejor amigo del actual alfa... y tu alfa está atacando mi manada desde hace meses, por ende, tú también lo haces.

Carraspeé.

—Solo sigo órdenes, señor. —Asintió.

—Lo sé, no te estoy juzgando por eso. Quisiera que los ataques se detuvieran, pero mi vida no está dentro de la manada, así que no estoy muy enterado de las decisiones que se toman ahí. Mis hijos viven en el mundo humano, al igual que yo. Mi preocupación está es en tu rendimiento, porque temo que por estar tan metido en la manada descuides algo que te gusta... porque la arquitectura te gusta, ¿verdad?

Pensé en ello y mi corazón se aceleró casi como cuando pensaba en la manada. Me gustaba, sí. Me gustaba muchísimo la arquitectura. Cada que salía a la calle no podía evitar fijarme en las estructuras de todo, no solo de las casas o edificios, también de las sillas, escaleras, las composiciones. Y desde pequeño me había gustado dibujar, no era un secreto para nadie que lo hacía, aunque mis trazos no fueran buenos como para considerarme un buen dibujante. Solo sacaba buenos trazos cuando se trataban de obras que me gustaría construir.

—Sí, señor.

—¿Entonces por qué permites que tu amigo te quite lo que te gusta? Imagino que tienes una compañera a tu lado y no sé si interpretar el anillo en tu dedo como uno de matrimonio.

Sonreí con los labios apretados.

—Sí, estoy casado con mi compañera.

—¿Y qué piensa ella de que estés tan ausente en clases? —Mi sonrisa se perdió. Puso su mano sobre mi hombro y apretó—. No quiero se entrometido, solo me preocupo por mis estudiantes y veo potencial en ti. Tu padre tiene una constructora en crecimiento acelerado e imagino que quieres estar a cargo de ella a un futuro.

—Belén no sabe de mis clases. Evito tocar el tema y ella está ocupada con los últimos meses de clases, exámenes de ingreso, la planeación de las fiestas de graduación... —Él suspiró y comenzó a guardar sus papeles.

—Solo déjame darte un consejo, Adrián: analiza qué es lo más importante para ti, si tu manada o tus estudios para que así no pierdas el tiempo en cosas que no te interesan. Muchos chicos dejan su carrera y aunque es triste dejarlos de ver, no puedo meterme en sus decisiones. —Paró frente a mí antes de salir y sonrió—. Salúdame a la tal Belén.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Where stories live. Discover now