ღ Epílogo ღ

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No creo que estén preparados para leer este epílogo. Pero bueno, les recomiendo que lo lean solos si no quieren que nadie os vea llorar. Sin más preámbulos, comencemos. 

Años después

Los nervios no me dejan quieta en un solo lugar. Me muevo de un lado a otro en la sala de espera, mientras escucho a la mujer que se encuentra introduciendo el evento. Repito una y otra vez las palabras de mi discurso. Ya me lo sé de memoria, pero la espera traiciona mi mente.

Se me traba la lengua cuando tengo que hablar frente a otras personas, y tengo mucho miedo de que eso me suceda en un día tan importante como hoy.

—Todo va a salir bien. —inquiere mi mánager colocando su mano sobre mi hombro, tratando de tranquilizarme.

—Eso espero, porque si no, creo que voy a caer en depresión. Me voy a encerrar en mi apartamento, alejada del mundo y, como no voy a salir a por suministros, pronto moriré de hambre y tendré que comerme las hormigas y uggg, odio los bichos. Y entonces me enfermaré...

—Relájate. —me interrumpe con una sonrisa sosteniéndome por los hombros— Has dedicado los últimos años de tu vida a este proyecto. Yo te he visto y, créeme, va a salir bien.

—Todo va a salir bien. —respiro tomando un fuerte suspiro.

—Eso es.

—¿La viste? —pregunto.

Necesito que ella esté aquí. Todo esto lo hice por ella, para ella.

—Está sentada en primera fila. —mis músculos se relajan al escuchar su respuesta— Prepárate para salir.

Camino hacia el escenario sintiendo como mis piernas se debilitan con cada paso que doy. Me escondo detrás de las cortinas, esperando a que la presentadora termine de hablar.

—Sin más preámbulos, les presento a la persona que le dio vida a este proyecto. —la mujer se gira en mi dirección y me muestra una leve sonrisa— Eva Rain.

Los aplausos se alzan cuando me abro paso en el escenario con la mirada en alto. Me coloco detrás del micrófono y juego con mis dedos mientras espero que los vitoreos cesen. Recorro con la vista a todos los presentes, pero pronto los ojos se me empañan, obligándome a cerrarlos y respirar lentamente.

El silencio se hace presente. Trago en seco y utilizo toda la valentía que he ido acumulando en estos días para este momento y comienzo a hablar.

—No soy buena contando historias. Y menos aquellas que tienen un final triste. —me detengo por un segundo para controlar el temblor en mis manos y continuar— Cuando le dije a mi mamá de pequeña que quería hacer una película, ella solo me miró con ternura y me abrazó. Yo no sabía que, para hacer una película, tendría que estudiar tantas asignaturas de letras. Y desde que mi profesora de primaria me había dicho que yo era buena en las matemáticas, pensé que las letras no eran para mí. Pero, aun así, comencé a formarme para ser directora de cine. En cuanto tuve un bache, quise dejarlo todo al instante. Pensé "Oh, mi profesora seguro tenía razón y yo era más de números". Pero mi mamá no me dejó abandonar mi sueño y me animó a que continuara, a que no me rindiera.

Recorro el público con la mirada, hasta que la encuentro sentada en primera fila. Su mirada se cruza con la mía y le sonrío.

—Recuerdo sus palabras como si hubiera sido ayer: "¿Quién serías si el mundo no te hubiera dicho quién deberías ser?"

Pensar en aquel momento, me llena de sensaciones agradables.

—Así que cuando obtuve mi título como directora de cine, supe que nunca lo hubiera conseguido de no haber sido por mi madre. Esa noche, cuando llegué a casa, le prometí que mi primera película trataría sobre ella, sobre su final feliz. —se me hizo un nudo en la garganta— Porque mi mamá es una luchadora, una superviviente.

Ada y Eva ©️Where stories live. Discover now