Capítulo 1: EL VIAJE DE UNA VIDA

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Los primeros rayos de sol auguraban el comienzo de un glorioso día. Era temprano, quizás demasiado para ser el comienzo de las vacaciones de verano y, sin embargo, el frescor de la mañana se agradecía en el que pronosticaba ser el día más tórrido de todo el año. Tampoco era muy difícil. Las estaciones estaban en huelga; se habían cansado ya de soportar las tonterías de la raza humana y, mientras que el invierno no había dado tregua alguna, siendo el más largo de las últimas dos décadas, la primavera ni siquiera se había dignado a aparecer. La nieve se había derretido para dejar paso a la crema solar y, aunque para muchos había supuesto una bendición, a Ethan no terminaba de hacerle gracia. Su mente, sin embargo, en ese preciso instante, se encontraba muy ocupada como para pensar en las terribles consecuencias del cambio climático que asolaba su mundo.

Estaba de cuclillas, hierático, con la mano apoyada en el mentón y un iris olivado oteando con detenimiento el maletero de su furgoneta en busca de la fórmula perfecta para encajar los cientos de bultos que su madre le estaba obligando a cargar en las que serían sus primeras vacaciones como joven independiente. El instituto había terminado, los peores años de su vida por fin quedaban atrás, y había llegado el momento de celebrarlo. En esta ocasión su madre había accedido a regalarle algunos días de sus preciadas vacaciones en familia para que pudiera escaparse con sus amigos a la montaña. Había sido todo un reto convencerla, sobre todo teniendo en cuenta que esa sería la primera vez que se llevaría la furgoneta sin su supervisión.

En realidad, todavía no terminaba de creerse que lo hubiera conseguido y se mantenía en guardia, preparado para que, en cualquier momento, se retractase y le pinchase alguna de las ruedas para impedir su marcha.

—¿Lo llevas todo? —dijo una voz a su espalda.

El muchacho se sobresaltó, dejándose caer de culo contra el suelo, y se llevó la mano directa al corazón en un vago intento por mantenerlo en el sitio. Su madre no pudo evitar sonreír, satisfecha de haber conseguido su cometido.

—Creo que sí —respondió Ethan, incorporándose.

—¿Creo? —torció el gesto, en una amenaza jocosa.

—Estoy completamente seguro —mintió.

—No te importará que eche un vistazo entonces, ¿verdad?

Ethan levantó cordialmente la mano, invitándola a fisgonear.

Se acercó divertida a la parte trasera del vehículo y comenzó a inspeccionarlo detalladamente, comprobando que todas y cada una de las cosas que había preparado para la primera aventura de su único retoño estuvieran a bordo. Como era de esperar, faltaba algo.

—¿Y las mantas que te preparé anoche?

—Leo ha ido al sótano a buscarlas —respondió casi al instante, como un resorte.

—¿Cartera? ¿Dinero? ¿Botiquín? ¿Rueda de repuesto?

Lo enumeró de carrerilla, levantando un dedo con cada nueva palabra que se le pasaba por la cabeza. Ethan suspiró, exhausto tan solo de escucharla.

¿A dónde vamos?Where stories live. Discover now