Capítulo 6: EL AUTOESTOPISTA

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Ninguno se atrevía a romper el pastoso silencio que se había hecho en la furgoneta desde hacía ya un buen rato. Sorprendentemente, la votación había sido casi unánime, dejando a Bris sola, desconcertada y con unos marcados coloretes que sugerían que estaba a punto de explotar. Agnes había votado a favor de seguir el mapa en busca de un tesoro que ni tan siquiera tenía por qué existir y todo bajo el credo de que "algo le decía que era lo correcto". Nadie se lo rebatió, ni siquiera Briseida, pues la mayor parte del grupo era conocedor de su misticismo, de esa magia que rodeaba a Agnes. Es más, si la locura del mapa y la brújula no les había sorprendido era, precisamente, porque tenían una amiga que brillaba en tonos pastel mientras levitaba en sueños.

Llevaban varias horas de viaje y, hacía no mucho, habían tenido que parar a comer en una gasolinera que, según San Google, era su última oportunidad de comprar algo fresco y de ir a un baño techado. En esa parada, Agnes había propuesto ser copilota de Naomi y, para asombro de nadie, Noah había aceptado de buena gana. Lo cierto era que, tras elegir su nuevo destino, Bris y ella habían tenido una acalorada discusión en la parte trasera del vehículo que, desafortunadamente, todos habían podido oír y ahora la tensión se podía palpar en el ambiente. En consecuencia, Naomi estaba al volante acompañada de Agnes, que miraba en silencio a través de la ventanilla, más allá del horizonte; en la mesa central, Ethan, Ian y Noah seguían repasando, una y otra vez, la carta, el libro, el mapa, y la brújula en busca de información que les pudiera ayudar en su travesía; Agnes estaba perdida al fondo de la furgoneta, tirada en una de las camas con los auriculares a todo volumen en un ineficaz intento por contener a sus demonios; mientras que Leo se encontraba en la cama restante, buscando información sobre el posible dueño de aquel cofre.

—Peter Easton —dijo de pronto para sí mismo, atreviéndose a romper el mutismo que les contenía.

Ethan se volvió en el sitio y le miró sin comprender.

—¿Peter qué?

—Peter Easton —repitió, incorporándose de lado en la cama—. Fue uno de los piratas más exitosos de principios del siglo diecisiete —rezaba en un tono sosegado, pensativo, traduciendo lo mejor que sabía una página que había encontrado en Internet—, según pone aquí, controlaba tal poder marítimo que ningún estado se permitió el lujo de ignorarle y nunca fue capturado por ninguna de las flotas que fueron enviadas a por él.

—Parece un tipo duro —dijo Ian sin levantar la cabeza del libro.

—Sí, estoy impresionado —ironizó Noah.

—Nooooah —reprimió Naomi desde el asiento delantero.

—¿Qué? —se quejó—. Pero si he dicho que estoy impresionado.

—¿De verdad creemos que puede ser él? —Ethan trató de ignorar el comentario de Noah por no propinarle un codazo en las costillas—. Quiero decir, pudo haber cientos de piratas cuyo nombre empezara por pe.

—Es el único que he encontrado —concluyó Leo.

—Pero, ¿y si no era un pirata? —insistió Ethan.

Leo alzó la cabeza hasta encontrarse con sus ojos, llenos de duda.

—Quizás es el tesoro de un panadero —sonaba sarcástico.

—No intento tirar por tierra tu teoría, Leo. Es solo que, por ahora, no deberíamos dar nada por sentado. Cuando lleguemos...

—Si llegamos —se quejó Bris por lo bajini, aclarando que estaba atenta a la conversación.

—...sabremos la verdad —continuó él ajeno al ataque.

La velocidad de la furgoneta se redujo drásticamente y sin avisar, provocando que cada uno de los presentes alzara la cabeza en busca de la conductora, pero su iris estaba perdido más allá del parabrisas delantero.

¿A dónde vamos?Where stories live. Discover now