Capítulo 9: EL OTRO LADO

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Todavía se advertían, entre los riscos de la montaña, los quejidos de los pajarracos huyendo de allí, en un intento desesperado por salvar su existencia. Tardaron unos segundos en comprender que ellos tenían que hacer lo mismo. Y, para su infortunio, solo había una salida: resolver el acertijo en el menor tiempo posible y rezar para que hubiera otro camino por el que escapar, pues algo les decía que volver atrás no era una opción.

—Creo que estamos de acuerdo en que el reloj va aquí, ¿verdad? —dijo Noah sacando el reloj de su bolsillo e incrustándolo en la ranura del tronco del árbol.

—Sí —confirmó Ethan.

—Sin duda —zanjó Leo.

—Vale —volvió junto al grupo—. ¿Qué más? —apresuró.

—"Cuando la luz incida sobre el cristal..." —repitió Ian.

—Eso va a ser un problema —señaló Bris apuntando hacia arriba.

Y es que, donde hacía un momento había brillado con fuerza el anaranjado color del sol, se alzaba ahora una bruma espesa y oscura que lo cubría todo, dejándoles aislados en un agujero de desesperación del que tenían que escapar.

—La luz... —dijo Agnes en voz alta, señalando lo evidente.

La noticia cayó sobre ellos como una losa; más, escuchar esa palabra salir de entre sus labios, consiguió que la mirada de Ethan centellease cargada de esperanza.

—Pero, ¿es realmente un problema? —sonaba retórico mientras acusaba a Agnes con ambas cejas alzadas y una sonrisa torcida que suplicaba ayuda.

Todo el mundo lo comprendió en el acto, a excepción de uno.

—¿Por qué miras a...? —comenzó Leo, pero no terminó la pregunta—. Oh.

—Llegas tarde a todas las fiestas, amigo —dijo Ethan, propinándole una palmadita en la espalda—. ¿Crees que podrás? —le rogó.

La joven bandeaba la mirada entre sus amigos todavía con el pulso vibrante y comprendió que tampoco existía otra alternativa si querían salir de allí.

—Lo puedo intentar, pero... —se quedó a medias, agazapando el rostro.

—Eso es más que suficiente —dijo Bris, regalándole un beso en la sien que le arrancó un suspiro.

—Está bien —aceptó.

Se colocó frente al árbol e izó la mirada hasta encontrarse con la brújula. Podía sentir la presión de las miradas de sus amigos clavada en el cogote, pero hizo todo lo posible por ignorarla. Nunca antes había intentado brillar a propósito y, si quería conectar con esa luz que dormía en su interior, se tenía que embarcar en un viaje para el que no estaba preparada. Por desgracia, la vida tampoco le iba a conceder una prórroga, así que cerró los ojos, respiró profundamente y se adentró en las profundidades de sí misma.

Los recuerdos pasaban ante ella como una sucesión de fotogramas a toda velocidad que buscaban ordenarse. Agnes quiso pensar que, si había luz en su interior, estaría junto a los buenos recuerdos; pero de esos, en su vida, había pocos. Los primeros en aparecer, fueron sus padres. Había sido adoptada por una familia de acogida que no la quería y que tan solo había aceptado el tenerla por la gran cantidad de dinero que recibían del estado. No la trataban mal, esa era la verdad, e incluso compartían parte del dinero para que se diera sus caprichos, pero tampoco se preocupaban por ella. Habían encontrado un estado de simbiosis en el que ellos la ignoraban en tanto en cuanto ella no les buscase problemas o les molestase. A estas alturas, le parecía justo, pues tampoco les necesitaba. Así que esperó hasta que pasaran de largo todos los recuerdos referentes a ellos porque si algo tenía claro es que allí no estaba su luz. Fue entonces el turno de uno de sus lugares favoritos del mundo: el instituto. Bien era cierto que sabía que su luz no estaba allí, pero había sido su vía de escape de casa y, gracias a ese lugar, había conocido a su grupo de amigos y a ella, a Bris. Aparecieron entonces sus recuerdos, desde el día en que se conocieron hasta la noche en que se besaron por primera vez, y decidió pararse ahí.

¿A dónde vamos?Where stories live. Discover now