CAPÍTULO 31

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Holiii pecador@... Aquí les traigo un nuevo capitulo, esta vez no tarde años.. ¿Sabían que ya estamos rumbo a los capítulos finales? Estamos a poquito del final 🖤👀

-Adriano-

Mi pierna rebota con nerviosismo, estoy a un paso de sufrir un puto paro cardíaco, Zaila está tardando mucho, y por muy experta que sea en combate y armas, sigue siendo mortal.

— ¡Cálmate, carajo! — espeta Quevedo—, conoces a Zaila mejor que nadie y sabes que ella puede salir de cualquier situación. Ella vendrá, lo dijo, ella ya venía junto a Alan.

—Puta madre Quevedo, cállate de una puta vez si no tienes nada bueno que decir, tú no tienes a una mujer que amas, así que no sabes nada, cierra el puto hocico. ¿Sabes qué? Voy por mi mujer.

Me bajó de la camioneta dando un portazo y al segundo siguiente el amiguito de Zaila camina junto a mí. Maldito estúpido, no lo tolero.

—Zai es fuerte, ella estará bien— asegura.

—¿Zai? —cuestiono levantando mis cejas.

—Si, Zai, así le digo y ella no tiene problema con eso no te preocupes.

Hijo de puta.

—¿No valoras tu vida, cierto?

—Lo hago. No tienes que preocupar por eso.

No pierdas la paciencia que no tienes Adriano. Mi Zaila es lo más importante, no te desconcentres. Sigo mis pasos ignorando su molesta presencia. Camino con pasos precisos y con el arma lista.

—Zai— dice Ritter en un susurro.

Miro en su dirección y veo a mi mujer y a Alan tirados en el piso en un charco de sangre.

Mierda. Mierda. Mierda.

De pronto todo mi mundo se viene abajo, siento una gran presión en el pecho, no puedo hablar, no puedo pensar correctamente, solo sé que me estoy moviendo en automático, corro hacia Zaila y me tiro de rodillas al piso, tomo su rostro lleno de golpes y sangre entre mis manos, la llamo y no abre los ojos, pero no hay tiempo para perder, la tomo entre mis brazos y corro lo más rápido posible hacia la camioneta. Ritter es fuerte, lleva a Alan sin ningún problema.

Quevedo nos ve sorprendido, pero no dice nada, solo abre las puertas y ambos subimos con ellos.

—Quítate—ordena Ritter, lo miro de mala gana, pero luchando contra todo mi enojo me hago a un lado.

Extiende a Alan en el asiento trasero y le checa el pulso, se queda tan quieto que creo que podría morir de desesperación ante tanta tensión y suspenso.

—Está vivo, Alan respira.

Suelto el aire que estaba reteniendo, sonrió aliviado, no está muerto. Se que para Zaila sería un golpe muy fuerte si su amigo muriera. Miro a mi mujer y veo su pecho subir y bajar con lentitud, eres fuerte mi amor. La abrazo y la pego a mi pecho mientras siento su suave movimiento del pecho, y me da la calma que me produce ver las olas del mar en un vaivén suave y lento.

—Llamen a Gerónimo, dile que lo espero en el hospital, que asegure la última planta para nosotros, no quiero ni un alma rondando por ahi con mi mujer y su amigo en este estado.

—Así será—asegura el conductor.

Después de unos eternos minutos llegamos al hospital y enfermeros y médicos nos esperan por la parte de atrás, de un modo más privado, bajan a ambos y los suben a camillas. Un médico mira a Alan y este parece hacer una mueca.

—Preparen quirófano 018 y 019, hay dos heridos con impactos de bala, un hombre de unos treinta años y una mujer de unos 20 o 25. Ambos con grandes pérdidas de sangre—habla por un radio mientras sigue caminando hacia un elevador, paso con el y rápido llega hasta la última planta.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora