Capítulo 1

163 8 0
                                    

NO SOY HARRY POTTER NI EL CARAJO DE UNA VELA

  

—Ah, mi amada alteza... Digno en toda su nobleza, una flor de lo más perversa. Eres el más justo de todos—Recitó una voz incorpórea en medio de la oscura habitación.

—Espejito, espejito, en la pared, revélame algo. ¿De este mundo quién es...?

.
.
.
.
.

Su suerte no podía ser peor.

Lidiar con las personas era muy molesto. A Natasha no le gustaba tener que conversar con una persona desconocida y muchísimo menos si aquella era alguien que solo se la pasaba quejándose y criticando todo el rato. Quienes criticaban eran muy peligrosos puesto que nunca sabías cuánto tenías que esperar para que te criticaran a ti y lo sabía muy bien por experiencia propia.

Afortunadamente tenía el juego de cartas de su mamá para tener las manos entretenidas en algo. Así no las usaría para estrangular al chico que estaba sentado frente a ella esperando a que llegara su hermanastra Viviana. Vivi le había pedido a Natasha que entretuviera a su cita mientras intentaba terminar cuanto antes con su trabajo como contable. Y ahí estaba ella, sentada en un café delante de ese mamón.

Que me salga la muerte... Que me salga la muerte... Que me salga la muerte...—Rezó en su fuero interno mientras seguía barajando. La muerte no necesariamente representaba algo malo. Era la carta del tarot que indicaba el fin de algún viaje o situación y el inicio de una nueva.

—¡Por amor a Dios! ¿Puedes dejar de hacer eso, wey? Me tienes de los nervios con esas pinches cartas—Se quejó el mamón del que no se acordaba su nombre y que tenía más músculos que decencia y amabilidad, abreviado: el mamón.

Natasha sonrió ampliamente, mostrando sus perlados dientes en constraste con su piel tostada por el sol. Batió las pestañas un par de veces en dirección de aquel hombre insoportable. Cualquiera que no la conociera la tomaría por idiota al sonreírle a alguien tan mamahuevo.

—Chupa el perro—Le espetó con una voz angelical y regresó su atención a las cartas, ignorando las reclamaciones de aquel mamón.

Finalmente dejó de barajar para sacar una carta. No era la muerte. Se trataba de la torre invertida.

Su suerte sí que podía llegar a ser peor.

Natasha no era alguien supersticiosa. Le daba igual si los gatos negros daban o no buena suerte. Tampoco le causaba temor romper los espejos ya que solo se lamentaba por el gasto monetario. Pero sus lecturas de tarot, fueran en juego o en serio, siempre eran certeras y lo había probado varias veces para estar segura de que no se había vuelto loca.

—¡Dame acá eso, perra de mierda!—El mamón trató de arrebatarle las cartas, pero Natasha no se dejó aminalar por su grosería ni por sus musculitos.

—¡Perra la chingada madre que te parió, mamón de mierda!—Le pateó la pantorrilla por debajo de la mesa y se fue mientras el mamón se recuperaba del dolor.

Ya no aguantaba más a ese insufrible. El hecho de que realmente intentara arrebatarle las cartas había sido la gota que colmó el vaso. Aquel tarot era una de sus posesiones más importantes junto a otras tres.

Su madre había sido una gitana extranjera que había ido a hacer turismo y solo le gustaban tres cosas en esta vida: el chocolate, la adivinación y bailar como un espíritu libre. Murió de cáncer cuando Natasha había cumplido ocho años. Las únicas posesiones que pudo conservar de ella fueron un mazo de cartas de tarot y un pañuelo rojo tan grande como para servir de mantel con bordados negros y dorados y lentejuelas de oro colgando de los bordes.

SCARS TO YOUR BEAUTIFUL (Leona Kingscholar)Where stories live. Discover now