Capítulo 9

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UNA MORDIDITA

 

Ruggie de inmediato se escondió al doblar el pasillo. Fue tanta la impresión que tuvo que por unos momentos permaneció ahí quieto, como que tratando de procesar lo que acababa de ver. Después de un par de minutos de crisis existencial, asomó un poco su cabeza para observar más detenidamente aquella escena. Por supuesto, cubrió su boca con ambas manos para amortiguar sus carcajadas usuales.

Tuvo la necesidad de pellizcarse dos veces porque realmente no creía lo que veía. Leona seguía abrazando a Natasha como una cría de león buscando el calor de su madre. Podía ver cómo la cola leonina se balanceaba ligeramente, demostrando contento. También sus manos enguantadas jugaban con las puntas del cabello de su amiga. Y no dejaba de olfatearla como si oliera a su comida favorita.

—¿Acaso Natasha se bañó con yerba gatuna?—Murmuró para sí mismo, extrañado por el comportamiento de su líder de dormitorio.

—Según tengo entendido, reine des lions (reina de leones) suele bañarse con gel de miel para la piel, shampoo de vainilla y miel y un acondicionador de la marca DeVil para el cabello. Y, cuando no puede lidiar con los nudos de su cabello, recurre a usar un suavizador de vainilla—Le respondió una voz muy cerca de su oído.

—Oh... A Natty-chan le gustan los olores dulces aparentemente...—Ignorante del dueño de aquella voz, Ruggie balbuceó aún observando fijamente el abrazo de Leona.

—Oui, mon cher ami poilu. (Sí, mi querido amigo peludo)—Volvió a responder aquella voz—También disfruta de inciensos de sándalo y de lavanda.

—Esa es mucha información...—Balbuceó distraídamente otra vez sin notar la presencia a sus espaldas.

—¿Cuánto pelo tiene una hiena en su cola? ¿Más que el grueso real de la cola? ¿La cola es la que es gruesa o es el pelo el que da esa ilusión?—Fue entonces que el hombre hiena sintió una mano palpando el pelaje de su cola y finalmente reaccionó.

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Ignorante de los sentimientos de confusión y vergüenza de Natasha, Leona seguía abrazándola y jugando con las puntas de su cabello ahora suelto. Se comportaba como un gatito jugando con una bola de lana y eso lo tenía confundido. Sí, incluso él no sabía el porqué exacto tras todas sus acciones. Aunque el detonante más fuerte fue escuchar cómo llamó a aquel herbívoro de Pomefiore.

Definitivamente no iba a dejar que esos labios llamaran a otro "Su Alteza" o "Su Majestad". Él era parte de la realeza. Esos títulos le pertenecían por derecho de nacimiento.

¿Acaso no tenía lealtad alguna hacia él como príncipe y candidato a rey? De solo pensar en ello, un meollo de sensaciones amargas se asentaban en su garganta, casi impidiéndole respirar. Tuvo la necesidad de gruñir furioso ante sus pensamientos. Pero se reprimió aspirando profundamente el dulce aroma de Natasha.

Espera... Este olor...—Ahora que estaba un poco más calmado, notó algo en la esencia de su acompañante y la olfateó con mayor intensidad—¿Está ovulando? No estoy muy seguro porque fue una leve esencia y ya no la encuentro. Necesito olfatear su abdomen más de cerca... O...

Con movimientos precisos y cuidadosos, deshizo el nudo del pañuelo que rodeaba la cadera de Natasha sin que las lentejuelas doradas hicieran mucho ruido. Observó por unos momentos los intrincados bordados dorados, rojos y negros. Se parecía mucho a las decoraciones del dormitorio de Scarabia. Acercó su nariz a la tela y la olfateó hasta llegar a una parte que definitivamente olía a las hormonas LH. Era una esencia casi imperceptible, pero ahí estaba, clara y reconocible.

SCARS TO YOUR BEAUTIFUL (Leona Kingscholar)Where stories live. Discover now