¿Y si Gyutaro y Ume hubieran sido los protagonistas?
Vivir en los barrios más bajos del Distrito Rojo ya determina tu futuro. Las mujeres más bellas a lo mejor y asciendan a buenas casas, pero incluso así su destino sigue siendo cruel.
Su madre nunc...
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—La Cofradía de Cazadores de Demonios está conformada por aproximadamente cien cazadores. Es una organización no reconocida por el Gobierno, aun así, noche tras noche dedican su vida a matar demonios. La identidad de quien los lidera es secreta, y solo pocos saben y conocen a esta persona. —Explicó Shinjuro, ambos estaban sentados en la sala con las puertas abiertas al exterior. —Tu hermana es un demonio, los demonios se alimentan de humanos, personas, los cazan, matan y devoran. No hay conocimientos sobre cuando aparecieron ni donde, su fuerza es asombrosa y pueden regenerar cualquier miembro, —Gyutaro arrugo el entrecejo confundido por las palabras. —... sí le cortan un brazo o una pierna, esta volverá a crecer ¿entiendes? —asintió. —Pueden cambiar su cuerpo o incluso tener técnicas de sangre... Lo único que puede matarlos son la luz del sol o cortarles la cabeza con katanas especiales.
Gyutaro escuchó con atención cada palabra, entendía algunas y desconocía otras, pero las recordaría, de eso estaba seguro.
Ha comenzado la etapa que el Señor Rengoku nombró: "Etapa de recuperación" dónde, según tenía entendido, tendría que tomar muchos medicamentos de sabor horrible, visitar al doctor amigo del señor, y la parte que más le gustaba, comer. ¡Tenía tres comidas al día! ¡tres! Era lo mejor. Y aunque no eran porciones grandes, porque según entendió tendría que acostumbrarse primero a comer diariamente, las disfrutaba y saboreaba muy bien.
Ha pasado un mes ya, Gyutaro cumple estrictamente con los horarios de medicamento, por más que quisiera ignorarlos ya aparecía el Señor Shinjuro con dos vasos, uno con el medicamento y el otro con agua. Además, ha adquirido unos hábitos gracias al viejo, como por ejemplo bañarse cada dos días, cumpliendo con un tratamiento para acabar con las pulgas y piojos de su cabeza, o levantarse muy temprano para desayunar, exactamente a las siete, a esa hora el señor Rengoku ya tenía el desayuno listo, luego, al medio día lo acompañaba a comprar verduras o algo que necesitarán para el almuerzo. Mientras el señor Rengoku cocinaba él hacía —de manera muy miserable, cabe decir— limpieza a la sala, y los pasillos.
Al final del día, cenaban y él se iba al cuarto donde estaba su hermana, pasaba un tiempo hablando con ella, aunque esta estuviera durmiendo, se acostaba en un futón aparte pero a lado de ella, y caía dormido.
Habían veces donde se quedaba pensando en cómo su vida había cambiado en un instante, en un momento estaba sobreviviendo en las calles, pasando frío y hambre y ahora se encontraba bajo un techo, en una cama, con ropa cómoda, con comidas diarias aseguradas, y junto a su hermana.
Todo fue tan repentino y no sabía cómo reaccionar ante ello.
Los lazos de confianza iban formándose y estableciéndose. Lento, pero seguro. Algo que recalcar era que ya no era tan arisco con el señor, y dejaba que se acercará un poco a su hermana.
Cuando se miraba al espejo, notaba que tenía más masa, los huesos no se marcaban tanto como antes y su piel, poco a poco, dejaba de ser tan pálida. Su cabello estaba más corto porque el señor Rengoku se lo había cortado, aun así podía ver el verdadero color de este, un color verde oscuro que antes no podía ver debido a la suciedad.
