Cena

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Dispositio

La tarde silenciosa, suavemente lluviosa en la Ciudad de Los Santos, veía encender lentamente las luces en los pasillos del hospital

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La tarde silenciosa, suavemente lluviosa en la Ciudad de Los Santos, veía encender lentamente las luces en los pasillos del hospital. Los niños estaban tomando una siesta en sus camas. En un par de horas los despertaría para la cena y probablemente los acompañaría viéndolos jugar con los peluches que Gordon les regaló hasta que fueran las ocho, su hora de dormir. Todo estaba tan callado que incluso era extraño para él.

Jack normalmente disfrutaría mucho de la tranquilidad y el silencio después de días de caos y estrés, como incontables veces fue durante sus jornadas en la comisaría, pero ahora el silencio no era lo que quería en esa habitación. Los días silentes entre esas paredes estaban logrando afectarlo finalmente, no por otro motivo que por lo antinatural que le resultaba seguir viviendo el mismo silencio entre dos niños de seis o siete años, que deberían estar en casa jugando y riendo sin mierdas que arruinaran su felicidad.

Hace poco Doctor Muerte se había retirado después de revisar la mejoría de ambos y darle un poco de analgésicos al pequeño Antonio, que aún estaba sobrellevando algunas dolencias por sus costillas en recuperación. Gustabo, por su lado, estaba mucho mejor que su hermano físicamente hablando —en palabras del médico, apto para salir—; pero, aun con la suficiente energía para moverse por la habitación por sí mismo, todavía tenía restringido el movimiento por una semana más.

Jack, libre ya de los vendajes por sus inconexas heridas de bala cicatrizadas y su tiempo de descanso obligatorio vencido, hizo uso de sus vacaciones para quedarse un poco más con ellos antes de regresar irremediablemente a la comisaría. Demasiados protocolos estaban siendo postergados y pronto el superintendente llegaría al límite de lo que podía atrasar con el poder de su cargo.

Por el momento, al menos la protección de testigos estaba arreglada —no había mejor protección que él mismo para los niños; es decir, Jack Conway era prácticamente la ley en la ciudad—, pero en cuanto sonara el teléfono con una llamada privada reclamándole por qué aún no ponía su culo en las calles para limpiar la ciudad, no sabría cómo haría para poder mantener a los pequeños atendidos adecuadamente con sus posibles ausencias responsabilizándose del cuerpo policiaco.

No quería dejarlos de golpe mucho tiempo porque actualmente estaban más acostumbrados a interactuar con él. Para combatir eso, trataría de introducir a los comisarios dentro del círculo de los niños lo más pronto, pero menos invasivo, posible. Gustabo parecía no ser un problema porque ya tenía identificado a Gordon por lo menos, pero Antonio aún se mostraba seriamente nervioso al escuchar pasos desconocidos fuera de la habitación. El pequeño Toni tenía las secuelas más notorias entre los dos, probablemente por su temperamento más nervioso que el de Gustabo.

Jack negó con pesadumbre, sacando su teléfono móvil para escribirle a Volkov: Un rápido mensaje de texto diciéndole que tenía algo de información para el caso de los niños. Realmente seguían con casi nada, pero, aunque fuese poco, consiguieron algo de especulación y tenían al fin sus nombres junto con una referencia de nacionalidad para que el comisario pudiera seguir buscando alguna alerta de búsqueda. En cuanto pudiera, Jack haría un reporte con lo que había logrado extraer de la breve plática que tuvo con los niños durante la mañana para anexarlo al expediente hasta ahora archivado.

El mar es infinito: El caso de los gemelos no identificados || GTAroleplayWhere stories live. Discover now