CH14: Sensaciones

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El sábado terminó demasiado rápido para Jack, tan breve que apenas pudo percibir las horas pasar antes de darse cuenta de que la tarde había terminado y la noche caído repentinamente, igual a un manto discreto y sigiloso

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El sábado terminó demasiado rápido para Jack, tan breve que apenas pudo percibir las horas pasar antes de darse cuenta de que la tarde había terminado y la noche caído repentinamente, igual a un manto discreto y sigiloso.

Entremedio de la tarde, el sentimiento del tiempo desvanecerse le supo extraño. Incluso fue casi inaudito pues, normalmente, para el policía los días se sentían cuasi fantasmales y por una vez el día se fue como una estrella fugaz: lleno de satisfacción y, curiosamente, cubierto de un grato anhelo alrededor.

En cuanto terminaron el desayuno, en casa de Jack se inició una secuencia de actividades donde cada cosa que hicieron —él, los niños y David que decidió por sí mismo quedarse— fue confortable y entretenido. El ambiente cálido desbordó apaciblemente hasta el momento de irse a dormir, cuando el culmen del día se enunció mediante la ternura que le provocaron ambos pequeños al ya no poder sostenerse despiertos.

Entre comidas las horas se fueron rápidamente, completamente dedicadas a la recreación y reconocimiento disimulado de la casa, permitiendo a los niños jugar con sus coches y armadores mientras ocupaban la mayor parte de la sala de estar. Todo el sitio se convirtió en una zona de construcción gracias al desarrollo de una pista improvisada que, entre los cuatro, diseñaron y construyeron con libros, bloques y pisapapeles.

Antonio y Gustabo parecían tan felices, con su rostro plenamente iluminado viendo a los adultos jugar con ellos durante todo el día. Claramente, cada uno expresó su júbilo a su manera, dejando a Jack celebrar con gusto las sonrisas amplias de Antonio que se extendían de mejilla a mejilla, y corresponder con cariño los sutiles gestos de comodidad de Gustabo, tan suaves y circunspectos.

Por primera vez Jack logró apreciarlos de esa manera, tan llenos de energía y aparentando ser genuinamente lo que eran: Dos niños vivaces y alegres, cuya única preocupación era que no les alcanzaran los legos para levantar una casita de armadores. Antonio y Gustabo disfrutaron realmente y esa fue una complacencia que Jack directamente archivó en su corazón.

No hubo conflictos más lejos que una pequeña huelga queriendo más tiempo para jugar, cuyo ardor Jack sofocó instantáneamente con la promesa de seguir al día siguiente. Luego de una visita rápida al lavabo para limpiarse los dientes, los niños se vieron enfundados en sus pijamas en pocos minutos y llegaron a sus camas para ser arrullados con el afecto discreto de Jack acompañándolos.

Ambos niños de nuevo se aferraron a sus manos para no dejarle marcharse y tampoco Jack tuvo esa intención en ningún momento. Se quedó de nuevo sentado en la alfombra entre las camas, sonriendo inconscientemente por la paz que le traía la existencia de ambas inocentes presencias a sus costados y, sin verlo venir, la mañana llegó de nuevo trayendo el domingo.

Los domingos no acostumbraban ser de particular gusto para Jack por el mismo incómodo silencio que todos los días contemplaba en su casa, ineludible para su desgracia. Prefería enfrascarse en su trabajo haciendo horas extra y perderse en la ciudad asediando mindundis con la patrulla. Nada tuvo en casa que valiera la pena como para tomar realmente el descanso dominical.

El mar es infinito: El caso de los gemelos no identificados || GTAroleplayWhere stories live. Discover now