Fugitivo I

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Era el verano del noventa y dos cuando dos amigas, Hange y Nanaba, decidieron irse de viaje y fueron en el auto por la autopista hacia el centro de la ciudad. Nanaba aferraba las manos en el volante de su Corvair llevándolo lentamente por entre el tráfico mientras Hange miraba por la ventana del auto la interminable procesión de letreros neón y enormes cartelones que resplandecían en la oscuridad.

Eran amigas desde niñas. Habían nacido con dos años de diferencia. De ambas, la más alta y la más bonita era Nanaba pero Hange también tenía su encanto; como el admirable intelecto y esa capacidad para hacer siempre lo que quisiera sin temer las consecuencias. Por tal motivo, para la primera fue una sorpresa enterarse que la segunda, tan joven y tan liberal, fuese a casarse en menos de un mes.

La tragedia las separó a los diez años. La madre de Hange falleció debido al cáncer y su padre la llevó consigo a Nueva York, la ciudad donde su compañía le hizo el traslado. Siguieron comunicándose y los intereses de cada una fueron desarrollándose en líneas paralelas. Las dos eran artistas pero fue Nanaba quién se inclinó por la arquitectura y la otra se inclinó por la biología molecular. Al finalizar los estudios y con el paso de los años, volvieron a encontrarse y como era de esperarse, se pusieron al tanto. Asi fue como quedaron en salir y divertirse para limpiar las asperezas que el tiempo y la ausencia dejaron en su amistad pero las cosas no salieron como fueron planeadas y terminaron estafadas, desorientadas y sin un centavo en el bolsillo para volver a casa.

—¿Cuánto falta para llegar? —la pregunta molestó a Nanaba o eso pensó Hange cuando la vió tensar la mandíbula y apretar el volante sin siquiera apartar los ojos de la carretera.

Prefirió quedarse callada por el resto del viaje de regreso a casa, aunque no estaba segura de si volverían esa noche. Habían dado tantas vueltas que el cielo ya estaba oscuro y el auto necesitaba gasolina. Los ojos le brillaron cuando vieron a lo lejos una estación de servicio, Nanaba aceleró y estacionó el auto enfrente de la tienda de la gasolinera después de recargar el tanque.

—Espera aquí —le dijo Nanaba antes de salir del auto y entrar a la tienda.

Hange miró hacia todas partes temiendo ser la presa de cualquier desconocido. El reloj daba las 7:00PM pero la zona estaba tan sola que parecían las 12:00AM. Había personas dentro y fuera de la tienda pero eran pocas. Vió saliendo a un hombre de bigote, tres adolescentes y una mujer de cabello rubio y labios carnosos pintados de rojo, quién a su vez la miró por unos segundos hasta perderse en la oscuridad. Nanaba salió después y se subió al auto.

—Tienes que llamar a Zeke.

—¿Qué, porque? —no quería hacerlo.

—No tenemos dinero suficiente para pasar la noche en algún hotel. Tampoco podemos volver ahora, esta muy oscuro, es peligroso. Lo haremos mañana por la mañana.

—Espera, espera —soltó una risita—. ¿Tú quieres que le pida dinero a Zeke? —la rubia asintió—. No. No lo haré.

—¿Porque? Es tu futuro esposo. Ahora eres su prioridad o yo que sé, ¿No?

—No puedo hacerlo —se mordió el labio cuando Nanaba levantó una ceja, como pidiéndole una explicación—. Él no sabe que estoy aquí.

—¿Qué? —abrió grande los ojos—. ¿Como que no lo sabe?

—Estoy al otro lado del país y él no sabe nada.

¹ 𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬 ── levihan [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora