Fugitivo II

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—Me alegra que estés feliz de verme.

Hange puso una mueca de disgusto y él sin poder evitarlo, la miró de los pies a la cabeza; ella traía puesta una camisa que le cubría el cuerpo hasta los muslos y el frío y su piel ligeramente húmeda por el baño que se había dado, hacia que la tela se le ajustara al cuerpo y dejara a la vista sus pechos erizados, cintura pequeña y sus piernas largas y torneadas. Cuando se sintió observada por él, recordó que andaba en paños menores y rápido se metió en la habitación y se escondió trás la puerta. Levi, por otro lado, se llevó la mano empuñada a la boca y carraspeo la garganta, tratando de ahuyentar así sus pensamientos pecaminosos.

—¿Puedo pasar?

—No.

—Bueno, te diré lo que vine a decirte aquí mismo —llenó de aire sus pulmones antes de decirle—: Siento mucho haberte ofendido hace rato, aunque no creo que fuese un tipo de ofensa, simplemente fuí realista.

Hange salió de su escondite bajando la tela de la camisa con cada paso que daba para taparse un poco las piernas.

—¿Estuviste todo este tiempo afuera para decirme eso?

—Claro que no, idiota —aunque si estuvo esperando un buen rato hasta que vió a su amiga rubia salir, pero no le diría eso ni que estuviera loco. Hange quiso cerrar la puerta en su cara pero Levi interpuso el pie y empujó la hoja de madera con las manos—. Bueno, perdón otra vez. Es que no podía volver a casa sin antes verte una última vez —le confesó, apenado—. Ya lo dije. Ya estarás feliz.

—No estoy entendiendo —él puso los ojos en blanco.

—Me gustas, tonta.

Hange quedó tan sorprendida que fue incapaz de cerrarle la puerta en la cara.

—Pero estoy casada.

—Todavía no lo estás —Levi entró sin importarle mucho lo que le dijera pero Hange estaba tan perpleja que ni cuenta se dió cuando él cerró la puerta detrás de si—. Y tampoco es como que me importa si lo estás o no lo estás. No tienes anillo en tu dedo —por reflejo, Hange miró el dedo anular de su mano, sin anillo—. A él solamente se le ocurre dejarte por ahí así.

—¿Que es lo que quieres? —lo miró con enojo.

—Fácil —y de sopetón la acorraló contra la puerta. Tan rápido fue el movimiento que la dejó aturdida—. Te quiero a ti.

De inmediato, Hange le dió un manotazo cuando Levi quiso acariciar su barbilla y lo apartó.

—No sé como hacen las cosas en Canadá pero aquí, no se seducen las mujeres de esta manera.

—¿Quieres que me vaya?

Sorprendentemente, no fue capaz de decirle nada. Y él se rió.

—Es gracioso que te hagas la dura porque quieres esto tanto como lo quiero yo.

—¿Porque tan seguro? —ella quiso burlarse pero él era astuto.

Levi se inclinó hacia delante rozando su mejilla contra la de ella y el cálido aliento de él rozó su cuello, abrazándola. Sintió una corriente eléctrica en su cuerpo cuando la lengua de él empezó a jugar con el lóbulo de su oreja, gimiendo por instinto.

—No seguiría aquí si así no fuera —él le susurró al oído antes de trazar la curva de su oreja con la lengua. Hange sintió sus pezones endurecerse—. Me tientas pero no haré nada a menos que me lo pidas —se alejó para verla a los ojos—. Dime, ¿No te gusta sentir el placer y la adrenalina que recorre tu cuerpo cuando haces algo prohibido?

—Parece que sabes de lo que hablas.

—He estado en muchos lugares. He hecho muchas cosas pero jamás he estado con una mujer tan hermosa como tú.

¹ 𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬 ── levihan [✔]Where stories live. Discover now