El ángel, parte I

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Érase una vez, hace muchísimo tiempo, en un remoto bosque encantado donde habitaban las extrañas y mágicas criaturas en armonía, vivían las bellas hadas buenas; seres conocidos por su luz y su corazón lleno de bondad, amadas por los animales y por la naturaleza y los humanos, aún cuando estos últimos solo las buscaban para perseguirlas, atraparlas y encerrarlas, y hacerles daño. Los frívolos humanos eran un miedo latente para aquellos que habitaban el bosque, nadie podía soportar lo maquiavélicos que eran y el veneno con el que comandaban sus corazones, solo una especie era capaz de ser tan valientes y hacerles frente; las hadas malas, que eran cautivadas por la oscuridad y la maldad, puesto que su único oficio era perturbar a la humanidad con sus propios perturbadores truquillos.

A diferencia de las hadas buenas, que eran diminutas, con cuerpos pequeños y estilizados, delicadas y muy bellas, las hadas malas se caracterizaban por ser mujeres grandes, altas, algunas robustas, sus ropas oscuras o su desnudez absoluta, siendo una herramienta que usaban para seducir a los humanos masculinos y atraerlos a su propia destrucción con facilidad, pues eran mujeres igual de hermosas en apariencia pero horrendas en el corazón.

Asi como en los reinos mágicos, celestiales y terrenales, el reino de las hadas no era muy distinto. Las hadas buenas eran lideradas por el hada blanca; bella, santa y pura, la vívida imágen de lo que era bueno y correcto. La reina Nanaba era alta, su piel lechosa brillaba cual diamante en el sol, así como su cabello platinados y el par de zafiros que presumía por ojos. Apacible se deslizaba por el sendero elevándose en sus grandes y hermosas alas blancas, similar a las de una mariposa pero tan pálidas y radiantes como era ella misma. La reina Nanaba era tan perfecta que nadie podía imaginar que tuviera una hermana tan imperfecta. Opuesta a su hermana mayor, Hange, un hada malvada con un corazón lleno de travesuras y malicia, regía desde la oscuridad el reino de las hadas malas. Era alta y esbelta, si, como era toda su especie. Tambien extraña y atrevida. Se pavoneaba con sus atuendos oscuros por todo el sendero con un cetro de plata con un rubí incrustado en la punta, y un cuervo de extraños ojos color verde oliva vigilante sobre su hombro, al que llamaba Moblit. Era hermosa a su modo, si, pero lo más curioso de la reina opuesta eran sus ojos de cierva, los que se tornaban de un rojo intenso cuando aparecía la luna y tenían el poder de mostrarte tu peor pesadilla o causarte un gran dolor con solo mirarlos una vez, para el propio deleite y diversión de la portadora.

El sueño de la reina buena era el poder unir lazos y su reino con el de su hermana porque la amaba, otra cosa que la diferenciaba de la reina opuesta, pues nunca más fue la misma desde que alguien le rompió el corazón.

—Reina Hange —un día, sus dos fieles servidores, Armin y Eren, volvieron al páramo con malas noticias—. La hemos encontrado —de espaldas, pudo escuchar el golpe de un cuerpo impactando contra y el suelo, sintió las uñas del cuervo incrustarse en su hombro y una sonrisa maliciosa se curvó en sus labios rojos—. Estaba escondiéndose de nosotros —se dió la vuelta lentamente y sus ojos conectaron con los ojos de Petra, el hada más joven de las hadas malas.

—¿Es eso cierto? —su frívola voz estremeció por completo el cuerpo de la pelirroja, que tembló de miedo echada entre las hojas y la tierra—. ¿Es cierto que has decidido traicionar a tu reina? —el silencio le causaba impaciencia pero la pequeña hada no sabía que decir—. ¡Responde!

—N-no —alcanzó a decir, su voz temblorosa se mezclaba con el sonido de su apresurado corazón que amenazaba con salirsele del pecho por la angustia—. Y-yo no, jamás, sería capaz de traicionarla, majestad.

La reina opuesta permaneció en silencio y aquel sepulcro la puso más nerviosa cuando empezó a moverse con sutileza y elegancia por el salón.

—Eso quiere decir que me has cumplido —le dijo una vez que se detuvo, dándole la espalda—. Y bien —ladeó el rostro pero no la miró, sus ojos se posaron en el ventanal de la habitación del castillo de tronco, ramas secas y hojas marchitas. Todo lo que tocaba, perecía—, ¿Dónde lo tienes?

¹ 𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬 ── levihan [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora