Capítulo III

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Hola espero que la estés pasando genial, os dejo una imagen referencial de Bastian, no te interrumpo más sigue leyendo.

—No lo entiendo —Bastian me tomó del brazo y me guio hasta Turmalina.

—Sube, no hay tiempo —tomé las riendas y subí a su lomo. Bastian envolvió el libro en su capa y lo guardó en la montura de Turmalina.

—Al menos explicame que pasa —A punto de explicarme fue detenido por el sonido de un rayo, su mirada cambia a una transformación.

—¿Bastian, qué pasa? —El aire de repente soplaba fuerte y la conífera empezaba a llenarse de neblina.

—Hay dos formas en que eso te pertenezca —miré el libro y de nuevo a Bastian. —Eres su creadora, o...—se detuvo.

—¿O? —insistí.

—Eres la dueña original, la Amapola —Otro rayo cayó pero esta vez más cerca de nosotros. Bastián subió a Darklan y lo guió hacia el este, a lo profundo de la conífera. —Debemos ir a Bosque Real, es el único lugar donde ella no te puede encontrar.

—¿Bosque..., como que ella ? ¿de qué mierda hablas ?.

—Rania, pero ahora no tengo tiempo de explicarte sobre ella. Debemos irnos. Ahora, Dewyna —avancé hasta donde estaban ellos —Nosotros guiamos, pero no te quedes atrás —le habló a Turmalina —Darklan a Bosque Real.

El caballo empezó a galopar, y Turmalina no se quedó atrás. Tuve que sujetar mi agarré a su lomo. En el cielo los rayos caían uno tras otro, impactaron contra los árboles. El ambiente era frío tanto que hacía que nuestras respiraciones fueran más pesadas, lo notaba por el vapor de ellas.

—¿Cuánto falta?

—A este paso, no mucho

Algo entre los árboles llamó mi atención, una especie de movimiento y no era por lo rápido que pasábamos entre los árboles. Por lo rápido no podía enfocar bien, era grande y veloz. Una vez enfocada mi vista, me di cuenta de que nos estaban siguiendo.

—Bastian, los rayos —Bastian desvió su mirada y maldijo.

—Lo sabía, era cuestión de tiempo —aparté mi mirada para poder verlos bien —¡Maldita sea!, rápido Darklan

Parecían ser personas, pero eran monstruos. Como de las pesadillas, eran altos y lo que parecía su piel era negra y soltaban una especie de agujas que desaparecen en el aire. Su cabeza era enorme y con picos que formaban una corona. Uno de ellos giró hacia mí y gruñó.

—¡Qué mierda son esas cosas! —grité asustada.

—Esbirros de Rania, la que te persigue. —dijo —Si las pesadillas adoptaran una forma pues así se verían.

Amapola de fuego y cenizas.Where stories live. Discover now