Capítulo XIII

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—Ya

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—Ya. No. Puedo —exhalé con cansancio.

Nos detuvimos frente a una pared, a este punto había sentido que había corrido diez minutos o quizás más. Me apoyé en la pared y me dejé caer, Turmalina y la muchacha me intentaron sostener, pero yo no quería. Recogí mis piernas hacia mi pecho y dejé que las lágrimas cayeran por si solas.

Me ahogaba entre sollozos, dejándome llevar por el dolor. El enorme vacío que se formó en mi pecho hincaba en mi garganta y se atoraba en ella, ardí como el infierno. Lo único que lo apagaba eran las lágrimas, lágrimas que salían como un aguacero de mis ojos.

Sentía la mano de la chica en mi cabello, acariciándome como una madre a su hija. Quería apartarla pero era su compañía y la de Turmalina, la que me reconfortaba. Lloré por otros diez minutos, hasta que me quedé sin agua en el cuerpo que pudiera sacar por los ojos.

Levanté mi cabeza y me imaginaba la terrible imagen que tenía. El pelo pegado a la cien y las mejillas, ojos llorosos y rojos al igual que mis hinchados labios. Sorbia mocos, siendo este el único ruido que cortaba el silencio en el abandonado pasillo.

Giré mi cabeza a ambos lados del pasillo, pensaba en lo vergonzosa que me veía ahora. Más sentimientos que echarme encima, hasta mi imagen me pesaba.

Por el amor a dios, cuánto pesaba esta sensación.

—¿Ya te sientes mejor? —intervino cortando el silencio.

Enfoqué mi vista en ella, suavemente negué y ella asintió comprensiva.

—Cuando te sientas mejor hablamos, ¿te parece?

Asentí.

Nos quedamos por un par de minutos más en silencio, fue hasta que ya me sentí incómoda fue que decidí hablar:

—Gracias —agradecí en un susurro—. Eso fue muy gentil de tu parte.

Al darle un pequeño vistazo me di cuenta de cómo aún su mirada se mantenía gentil. Era linda y dulce. Su cabello era castaño y ondulado, tenía el aspecto de ser suave al tacto. Entre las muchas cosas a destacar estaba su piel tostada, nariz respingona, pómulos suaves y algo abultados. Labios finos que esbozaban una ligera sonrisa.

Y como todos los demás aquí, vestía de cuero. Chaqueta abierta, corsé rígido, pantalones con muchos compartimentos llenos de dagas o instrumentos de defensa,

de la cintura le colgaba un cinturón para espadas y botas para amarrar de tacón. No veía ninguna señal de esas características venitas de lava asomando por su cuerpo. Quizás estaba en otra parte de su cuerpo.

—No hay de qué —sonrió de lado—. Sin sonar entrometida, ¿Qué pasó allá?

Mantenía mi vista hacia mis manos, elevé mis hombros sin tener la menor compresión de lo que pasó.

—Es la primera vez que me pasa —confesé cortando la conexión con mis manos y pasar mi vista hacia ella—. Estaba tan asfixiada por tanta responsabilidad, las miradas y las opiniones.

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⏰ Last updated: Mar 08 ⏰

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Amapola de fuego y cenizas.Where stories live. Discover now