capítulo 10

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Verdades ocultas.

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Evangeline:

No tenía que revisar por la mirilla, sabía que eran ellos. Abrí directamente, haciéndolos pasar rápido, para que nadie pueda verlos. No debíamos levantar sospechas. Al cerrar me asomo hacia una ventana, corro su cortina un poco para ver, y encuentro estacionada enfrente aquella camioneta que nombraron. Vidrios polarizados, no me permiten saber quién está dentro.

¿Puede ser Héctor?

—De acuerdo. Bienvenidos, siéntase como en su casa.

Benjamín fue el primero en posar sus ojos en el Señor Robinson, amarrado en una silla, en medio de su sala.

—Siempre supe que estabas loca. Pero hoy te luciste.

—Gracias.

—Eso no fue un cumplido, Eva. — aclaró Taddeo, adentrándose a la casa con mi bolso en mano.

No le di importancia y aseguré la puerta con traba.

—Entonces, muchachos. Les presento formalmente a Andrew Robinson. — me detuve a su lado, dándole una palmadita en el hombro. Sentí como su cuerpo inmediatamente se tensó — Cariño, te presento a mis amantes. ¿No son guapos?

Andrew chillo cosas que no pude entender, y recordé que sigue con la cinta en su boca. Así que volví a quitársela, esta vez con un poco más de fuerza.

—¿Decías?

—Psicópata. Eso eres.

Le di una sonrisa ladeada.

Taddeo tomó asiento en uno de sus sofás, con total calma.

—Andrew, es un placer conocerte. Hemos escuchado maravillas de ti.

—Y todas buenas, por supuesto. — le siguió el sarcasmo, Benjamín. Sentándose a su lado.

—Nada que haya dicho esta demente es cierto. — intento defenderse.

Rodé mis ojos con fastidio.

—Que pereza oírte, de verdad. — le corté hastiada, antes de dirigirme a Taddeo — ¿Me pasas mi bolso?

El hombre de tatuajes lo deja sobre la mesa ratona frente a él, y como una niña pequeña recibiendo su regalo, me aproximo.

—¿Lo revisaron?

—No. — contesta Taddeo — ¿Pero qué contiene?

Abrí el cierre y de adentro saqué unas pinzas, martillo, cuchillas y todo lo que pueda necesitar.

—Debíamos revisarlo. — murmuró Benjamín, arrepentido.

Tome entre mis manos el martillo.

—Eva, espera. — comenzó a decir Andrew, con desespero. Removiéndose en la silla — Te lo suplico, no necesitas hacer esto.

Lo apunte con el martillo.

—¿Con quién trabajas?

Él cerró sus ojos, como si no verlo lo haga desaparecer.

—Con nadie lo juro.

—Una camioneta gris esta estacionada afuera. ¿Me seguirás mintiendo descaradamente?

—No sé de qué hablas.

—Si esto seguirá así necesitaré un trago. — avisó Taddeo, para luego irse a la barra y servirse algo.

Lazos EntrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora