Derivando miedos.
Evangeline:
Al huir de la mansión Meyer mi vida se transformó es una constante persecución, me sentía acostumbrada a correr y esconderme de los matones y sicarios de los que Omar disponía para atraparme. Despertó en mí un sexto sentido hábil para prevenir el peligro, me hacía vivir alerta pero servía para poder cuidarme de las amenazas que rodeaban a mi alrededor.
Uno creería que luego de atravesar tantas veces estas situaciones me encontraría menos atemorizada, y la verdad es que no. Hacía semanas que descansaba en mí esa premonición de que alguien se encontraba tras mis pasos, persiguiéndome entre las sombras de mis propios miedos y paranoia. Al comienzo quise acudir a la idea de que todo fuese un producto de mi imaginación, sin embargo, al cabo de unas semanas me lo he replantado.
He intentado no darle tanta importancia, mi prioridad estaba siendo el bienestar de Taddeo y Benjamín, quienes se encuentran atravesando sus propios luchas internas. Sabía que no sería justo cargarlos con mis dilemas, por lo que simplemente lo deje pasar. Hasta esa mañana, cuando volvió a suceder. Había decidido salir temprano para hacer las compras, cuando de regreso a la casa mis sentidos fueron alertados nuevamente. Un escalofrió me recorrió la espina dorsal, como un pequeño presentimiento que sacudió mi seguridad en tan solo segundos.
Sabía bien lo que aquello significaba. Voltee ligeramente mi rostro en dirección a la calle tras de mí, y entonces lo vi, aquel auto gris que me venía acechando hace semanas y se mantenía tan pendiente de mí. Si me estaba siguiendo él no buscaba disimularlo, su velocidad era sospechosamente lenta, como si buscará no sobrepasar mis pasos. El corazón me pálpito con viveza, retumbo dentro de mi caja torácica y aturdió mis odios, el sentimiento me volvió presa fácilmente.
Aún luego de vivir años siendo perseguida, no hallaba la manera de normalizar esto para mí. No hallaba manera de evitar que mis manos temblaran, o que mis latidos rebosarán de tanto pánico que pudiese sentir la ansiedad picar en mis ojos. Apresure mis pasos sobre las últimas calles que me quedaban, buscando mezclarme entre las personas que caminaban en la acera, ajenas a lo que sucedía.
Una vez estuve frente a la entrada de la casa, fue desesperante como mis dedos temblorosos no conseguían ubicar la llave dentro de la cerradura. Nunca me había sentido así. Conseguí abrir la puerta y entré con rapidez, pero antes de cerrar asomé mi rostro con cautela para dar un vistazo cuidadoso a la calle. El auto gris apareció al cabo de unos segundos y manejó frente a la casa con lentitud, no pude ver el interior por sus vidrios polarizados, pero me dio la sensación que estaba verificando que estuviese dentro.
—¿Eva? — la voz de Taddeo me sobresalta sin esperarlo y cierro la puerta de inmediato. Al girar con las bolsas del mercado en mano lo encuentro en medio de la sala, trae solo puesto su pantalón de pijama. Veo que ha decidido salir de su cuarto, aunque eso no demostraba una mejoría en su estado. Aún siguen con esa mirada apagada y sin brillo.
—Buenos días. — camino hacía él para besar su mejilla y luego seguir mi camino a la cocina —¿Despertaste hace mucho?
—Hace un rato. — sigue mis pasos —¿De donde vienes?
—Fui hacer las compras — alzo las bolsas y las dejo sobre la isla —. Te preparé un rico desayuno. Aunque eso no se me da tan bien como Benjamín.
Taddeo no aparta su mirada de la puerta, algo parece resonarle.
—¿Qué sucedió allí afuera?
—Nada. — respondo con naturalidad, en lo que separo y ordeno las compras ágilmente para despistar de mis manos ese temblor que aún prevalece —Compre aguacate, sé que te gusta comerlo con tostadas. Lo tenían en oferta, así que compré bastante.
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Lazos Entrelazados
Teen FictionElla no era simplemente una bailarina más, dentro de un club nocturno. Ella tenía secretos, heridas del pasado y un propósito a base de venganza. Ellos, eran dos hombres sin ambiciones, pero con sueños rotos que nunca creyeron volver a reparar. Ning...