VEINTICINCO

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Veraxes y Vermax aterrizaron en Harrenhall al atardecer. Daemon los esperaba, enfundado en sus armaduras, siempre listo para la batalla. Maela bajó rápidamente de su dragón y corrió hacia él. Lo abrazó, para sorpresa de ambos. Parecía que sus diferencias habían sido solucionadas o, por lo menos, puestas en pausa, dadas las circunstancias.

─ Sangre y Queso hicieron un buen trabajo, por lo que veo ─mencionó Daemon.

─ Eran dos hombres extraños, pero lograron sacarme sana y salva del castillo. Dijeron que ya estaban a mano contigo.

Daemon sonrió y acarició el rostro de la joven.

─ Es bueno tenerte entre nosotros, Maela ─le dijo.

─ Para mi también, tío.

Jacaerys apareció detrás de ella y estrechó la mano de Daemon. Él inclinó la cabeza.

─ Mi príncipe ─le dijo.

─ Daemon, estamos aquí para comunicarte una noticia importante ─mencionó el joven. Maela asintió.

─ Poco antes de escapar, me dijeron que Aegon estaba negociando una alianza con La Triarquia. Y, según tengo entendido, envió a Aemond a las Ciudades Libres para asegurarse de que aceptaran ─dijo Maela.

Daemon soltó un gruñido.

─ Esos bastardos ─masculló entre dientes─ Yo me encargaré de comunicarselo al resto. Ustedes entren al castillo, hay comida en la mesa y sus aposentos ya están listos.

Los príncipes asintieron.

Se sentaron a comer ellos solos. El viaje no había sido largo, pero estaban hambrientos. Maela tenía más apetito que nunca. Lo atribuía a los días que pasó encerrada, viviendo a base de bollos de pan y sopa fría. Se sirvió un trozo de pollo y dos cucharadas de puré de papas, además de un poco de verduras asadas. Jace la observaba comer, sin poder creer aún que su hermana estaba con él. La había echado mucho de menos.

─ Debes contarme de tus hazañas en el Norte ─le dijo ella.

─ No hubo ninguna hazaña, hermana. Solo fui como mensajero.

─ No seas modesto, Jace. Tú conseguiste el apoyo de Cregan Stark. Se dice que es un hombre temible.

─ Cregan es un gran hombre. He aprendido mucho de él en el poco tiempo que pasé en el Norte.

Maela sonrió. Dejó seguir comiendo a su hermano, mientras ella misma terminaba su primer plato e iba en busca del segundo.

─ Aunque si ha pasado algo importante allí ─mencionó Jace, mirando a su hermana.

─ ¿Qué cosa?

─ He conocido a una mujer. Sara Snow. La hermana bastarda de Lord Cregan.

─ Jace, dime por favor que no has cometido ninguna locura ─le dijo, temiendo la respuesta que su hermano podría darle.

Él sacudió su cabeza, negando.

─ Soy consciente de mi compromiso hacia nuestra madre, Maela. Jamás le faltaría el respeto a ella o a Baela. Pero... Sara es un mujer que me ha cautivado.

─ ¿Compartiste lecho con ella, Jace? ─inquirió Maela, preocupada. Su hermano asintió, demasiado avergonzado como para hablar. Ella soltó un suspiro ─ No te culpo, Jace. El amor a veces nos hace cometer estupideces y terminamos rompiendo las reglas. Pero lo importante es que mantuviste tu promesa a Lady Baela. Te aseguro que una vez que se casen, no podrás pensar en otra mujer que no sea ella.

Maela sabía sobre lo que una persona era capaz de hacer por amor. Ella había dado la espalda a toda su familia por el amor que le tenía a Aemond. Había jurado lealtad a una causa perdida, en la que no creía. Se había humillado, rogando por la vida de su hermano, a quien también amaba profundamente. Soportó todo tipo de abusos, maltratos, con tal de estar ahí para Aegon. Y Maela se preguntaba si todo eso había valido la pena. Porque los recuerdos quedarían en su mente por el resto de su vida. Se sentiría sucia siempre, sabiendo las cosas que Aegon había hecho con su cuerpo. En ese momento, su único consuelo era el amor que tenía de su familia.

Después de almorzar, cada uno se retiró a las recámaras que habían preparado para ellos. El castillo de Harrenhall estaba en ruinas, acechado por incendios y maldiciones. Pero había partes que aún se conservaban. Maela se hundió entre las sábanas de su cama y se quedó dormida rápidamente.

Despertó al día siguiente, sorprendida de cuanto había dormido. Los rayos de sol se colaban por su ventana. Se levantó de la cama y acercó a la ventana, que tenía vista al patio. Divisó a Jace entrenando junto a un joven. Su hermano blandia su espada como si hubiera nacido para ello. A pesar de su corta edad, sacaba gran ventaja al otro chico, que seguro contaba con más experiencia.

Maela se apresuró a vestirse y bajó corriendo las escaleras hacia el exterior del castillo, para no perderse la pelea. Admiraba la fuerza de los hombres que eran capaces de ponerse sus armaduras, afilar sus espadas y correr directo a la batalla. Ella misma lo haría pero, si bien era rápida y ágil con la espada, no lograba igualar la fuerza de sus oponentes. Era alta, pero de contextura física pequeña. Había heredado la valentía de su padre y la ferocidad de los Targaryen, pero era una mujer, después de todo, y no podía pelear.

─ ¡Bravo, Jace! ─aplaudió a su hermano cuando este logró desarmar a su oponente. Maela se sorprendió al darse cuenta de que el otro hombre era Adamm Velaryon, su supuesto hermano bastardo.

─ Buenos días, princesa ─le dijo, inclinando su cabeza. Maela le sonrió.

─ ¿Cuándo has llegado? ─inquirió la joven.

─ Cuando el sol estaba saliendo ─le respondió ─ Me ha envíado Lord Corlys para ayudar en todo lo que pueda.

─ Aún no hay planes contra La Triarquia ─anunció Jace─ Daemon quiere asegurarse de que realmente Sharako Lohar haya aceptado la alianza de los Verdes.

─ Si Aegon envió a Aemond y Vhagar a las Ciudades Libres, es porque no iba a aceptar un no como respuesta ─mencionó Maela.

─ Quizás ─dijo Jace─ Pero no actuaremos hasta estar seguros.

Jacaerys guardó su espada y se retiró al interior del castillo, dejando a Maela y a Adamm solos. El joven la observaba con curiosidad, mientras que ella se mantenía tranquila, disfrutando da la brisa revolteando su cabello y el sol calentando su piel. Había sufrido demasiado, entonces ahora disfrutaba de las cosas pequeñas, intentando recuperarse.

─ ¿Le gustaría ver a Bruma, princesa? ─preguntó el joven. Maela lo miró con una sonrisa, asintiendo.

Bruma descansaba cerca de Veraxes. Los dos dragones se conocían desde siempre. Maela había volado por primera vez junto a su padre a lomos de Bruma y, cuando Veraxes creció lo suficiente para soportar el peso de la princesa, hacían carreras desde Desembarco del Rey a Rocadragón.

─ Ha crecido bastante desde la muerte de mi padre ─observó Maela. Bruma reaccionó a la voz de la joven y levantó su cabeza, en su dirección. Ella estiró su mano y lo acarició.

─ Es una bestia fuerte y leal ─dijo Adamm, acercándose a su dragón.

Dyni kraj ─pronunció Maela en alto valyrio. Adamm la miró confundido ─ Significa bestia fuerte. Así solía llamar mi padre a Bruma.

Dyni kraj ─repitió Adamm. Bruma soltó un gruñido al oírlo, despertando una risa en Maela.

Yel paza, Bruma. Sȳz vala─ susurró la princesa al dragón.

El joven Adamm observó a su nueva hermana, sin lograr entender las palabras que decía. Tenía intenciones de aprender Alto Valyrio, pero el tiempo no era el mejor. Jacaerys le había enseñado palabras claves para poder mandar a su dragón, pero nada más. Sabía que los Velaryon provenían de la Antigua Valyria, por lo que se esperaba que él tambien hablara el idioma.

─ ¿Cómo aprendiste el idioma?

─ Los Targaryen nacemos sabiéndolo ─ bromeó la joven. ─Pronto lo aprenderás, y verás que no es difícil.

De pronto, ambos dragones se pusieron alerta y soltaron un rugido. Ella levantó su cabeza hacia el cielo, encontrándose con una figura enorme volando entre las nubes. Solo había un dragón tan grande así: Vhagar. Y Maela sabía lo que eso significaba.

....

Yel paza, Bruma. Sȳz vala: Confia en él, Bruma. Es un buen hombre.

Traicion de Sangre || HOTDWhere stories live. Discover now