CUARENTA Y OCHO

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Las primeras horas de Rhaenyra como reina parecían marchar bien. Había decidido convocar una reunión en la sala del Consejo Privado. Maela asintió junto a Aemond y ambos vieron como la reina de los Negros asignaba los cargos correspondientes.

Lord Cregan como su Mano, Lord Baltimore Celtigar como Consejero de la Moneda, Mysaria como Consejera de los Rumores, Lord Roderick Dustin como Consejero de Edictos, Lord Dalton Greyjoy como Consejero Naval, el Gran Maestre Gerardys y Ser Percival Morth como Lord Comandante de la Guardia Real.

─ Como reina, quiero que todos ustedes sepan que sus voces siempre serán escuchadas. Que su consejo tendrá peso en mi y que, a pesar de las circunstancias de mi reinado, no quiero ser considerada una tirana. Me gustaría que la gente me recuerde tan bien como a mi padre y a su abuelo antes de él. Reinstauremos juntos la paz en Poniente. Pongamos fin a la guerra de una vez por todas.

En la sala se oyó una ola de vítores y aplausos hacia la nueva reina. Maela dedicó a su madre una mirada cargada de orgullo. Lo había logrado. Finalmente ocupaba el lugar que le pertenecía, y lo hacía excelente.

Rhaenyra se acercó a su hija luego de que la reunión finalizara.

─ Lo ha hecho muy bien, Majestad ─La jóven inclinó su cabeza hacia su madre. La reina la tomó de las manos y las apretó con delicadeza.

─ Gracias, mi niña ─le dijo─ Hay algo que quiero discutir en privado contigo.

Aemond no estaba allí. Se había retirado a hablar con Lord Cregan sobre las acciones que tomarían con respecto a la desaparición de Aegon, Daeron y Otto Hightower. El príncipe estaba ansioso por hallarlos y encerrarlos. Darles lo que merecían. Pero en la fortaleza, había otras personas a las que también debían juzgar por sus actos durante la guerra. Y de eso precisamente quería hablar la reina con su hija.

─ Por supuesto, madre.

Se retiraron a los aposentos que alguna vez pertenecieron a Rhaenyra y sus hijos. El rey Viserys los había cerrado y exigió que se mantuvieran de la misma forma de la que su hija los había dejado antes de partir a Rocadragón. Y, a pesar de que el rey llevaba muerto más de un año, los Verdes no habían tocado nada en esa habitación.

Maela observó con nostalgia todo. En sus años sola en la fortaleza, jamás se había atrevido a entrar en ese lugar. Jamás había cruzado por su cabeza volver allí. Pero allí estaban. Casi seis años después de que su madre la hubiera dejado en manos de Alicent.

─ Ordenaré que limpien este cuarto ─Anunció Rhaenyra─ Si no lo desean ocupar Aemond y tú, podrá ser de Lucerys y Rhaena.

─ Creí que Luke se mudaría a Marcaderiva ─mencionó Maela. Su hermano llevaba meses siendo el Lord de la Mareas, pero llevaba años sin visitar aquel lugar.

─ Lo hará ─respondió Rhaenyra─ Pero por ahora, quiero tener a todos mis hijos bajo el mismo techo.

Maela asintió, coincidiendo con su madre. Era lo mejor que podían hacer. Al menos hasta que Aegon fuera hallado y ellos dejaran de correr peligro.

─ ¿Qué deseabas discutir conmigo, madre? ─inquirió la princesa.

─ Sabes que la guerra no ha terminado ─dijo─ No realmente.

─ Lo sé, madre. No acabará hasta que todos esos traidores reciban lo que merecen.

─ Pero incluso después de eso, seguiremos luchando ─replicó la reina─ Los hombres preferirían ver el reino arder antes que poner a una mujer en el trono de hierro. Eso me dijo la princesa Rhaenys cuando tenía unos años menos que tú. Mi padre me había nombrado su heredera y yo creía que por que cientos de lores se habían arrodillado ante mi, tenía el trono asegurado. Pero no fue así. Tú sabes muy bien a donde nos llevó todo eso.

Traicion de Sangre || HOTDOù les histoires vivent. Découvrez maintenant