TREINTA Y NUEVE

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En el campamento, Maela despertó agitada luego de tener una pesadilla.

─ ¿Estás bien? ─Daemon reposaba cerca de ella en una silla, limpiando su espada.

Maela asintió.

─ Solo ha sido un mal sueño.

─ ¿Te pasa seguido? ─quiso saber Daemon.

─ Ya no tanto como antes ─admitió la joven─ Solía tener pesadillas todo el tiempo, pero en estos últimos años han ido desapareciendo.

─ Apuesto a que tu esposo te ha ayudado con eso ─se burló él.

─ No confías en Aemond, ¿verdad? ─Maela se levantó del suelo y se acercó al hombre─ Jamás lo harás.

─ No confío en nadie que esté relacionado con la perra de Alicent ─espetó.

─ Aemond podrá ser fruto de sus entrañas, pero puedo jurarte, tío, que él no es como ella. No se parecen en nada.

─ Si tu lo dices ─Daemon gruñó por lo bajo. Maela suspiró.

─ Lord Stark ha envíado una carta para ti ─le dijo, rebuscando en su bolso el papel. Cuando lo encontró, se lo entregó a Daemon.

─ Gracias ─murmuró el hombre. Luego, se dispuso a leer la carta.

Maela se sentó frente a él y se tomó la libertad de servirse un poco de vino. Estaba nerviosa, y necesitaba relajarse un poco. Daemon levantó apenas su mirada del papel y elevó sus cejas.

─ ¿Qué? Tú tomas vino todo el tiempo ─dijo la princesa a la defensiva.

─ Lo sé ─reconoció Daemon. Arrugó el papel y lo dejó a un lado en la mesa─ Sírveme una copa también.

Maela observó la carta arrugada por un instante, muriendo de curiosidad por saber que decía. Pero rápida desvió su mirada y le sirvió una copa de vino a Daemon.

─ ¿De qué se trataba tu sueño? ─inquirió el hombre.

─ No lo sé ─la jóven se removió incómoda. No hablaba de sus pesadillas ni con su esposo. ─Cosas sin sentido.

─ ¿Qué clase de cosas sin sentido? ─insistió.

Maela tragó saliva. Podía contárselo a él. Sentía que en el fondo Daemon la entendería.

─ Sigo soñando que estoy en un jardín con tres niños de cabellos plateados y que, de pronto, un dragón se cierne sobre ellos y los quema vivos ─confesó, mirándolo directo a los ojos.

─ ¿Crees que sea una visión?

No era extraño que se lo preguntara. Maela solía cuestionarselo todo el tiempo. En su familia, ya había existido una vidente, Daenys La Soñadora, que había salvado a los Targaryen de la Maldición de Valyria gracias a uno de sus sueños. La misma Helaena solía tener sueños extraños, como la princesa recordaba, y muchas veces los ponía en palabras que nadie tomaba en serio.

La joven soltó un suspiro.

─ Espero que no.

Cuando los últimos rayos de sol estaban desapareciendo, Maela cumplió con su promesa y le llevó a Veraxes un cordero para que cenara. El dragón escupió fuego sobre el y se lo devoró en cuestión de segundos. Los otros dos dragones, Caraxes y Vermithor, rondaban cerca, viendo si podían aprovechar la oportunidad de robarle su comida a Veraxes.

─ Āmāzigon (Atrás)─les gritó Maela viendo las intenciones de los dragones.

─ Vermithor podría devorarte de un bocado si así lo quisiera.

Traicion de Sangre || HOTDWhere stories live. Discover now