SESENTA

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─ Hemos enviado un cuervo para avisar a la reina.

Lucerys regresó al salón y tomó asiento frente a su hermana. El Maestre Pollyn había preparado una infusión a la princesa, con unas gotas de leche de amapola, para que pudiese relajarse, y ella se aferraba a la copa con firmeza, dándole pequeños sorbos.

─ ¿Tus hombres han revisado la isla entera? ─Inquirió Aemond, mientras acariciaba la espalda de su esposa para transmitirle seguridad.

Lucerys asintió con la cabeza.

─ No han encontrado rastros de Aegon o Daeron ─Informó.

─ Pues que vuelvan a revisar ─Le dijo autoritario. Maela tuvo el impulso de recordarle que allí no eran nada, solo unos invitados, pero no lo hizo. Sabía que Aegon estaba allí. Podía sentirlo.

─ Lo harán ─Le aseguró Lucerys─ Pero nadie en la isla los ha visto. Las circunstancias de aquel encuentro son... extrañas.

─ Ella lo ha visto, Lucerys ─Lo decía convencido─ Aegon estuvo en el mismo lugar que nosotros y dejó que ella sola lo vea para afectarla de alguna manera. ¿Entiendes?

Maela lo hacía. Al ser la única en ver a Aegon, en una isla abarrotada por la multitud, todos ponían en duda la cordura de la princesa y eso no podía ser bueno para ella, más considerando lo frágil que estaba la relación entre ella y su madre.

─ Esperaremos una respuesta de la reina ─Finalizó Lucerys─ Ahora, Maela, debes descansar. ¿Me oíste?

─ Por la mañana partiremos al Norte, hermano ─Dejó la copa sobre la mesa y se levantó─ Nuestro viaje debe continuar.

Oyó como Luke la llamaba, pero rápidamente llegó a las escaleras y las subió corriendo. No quería tener que seguir escuchando como su hermano menor ponía en tela de juicio su cordura. Sabía que lo que le había pasado era extraño. Pero lo había visto. Era Aegon en el pueblo de Casco. El mismo Aegon que aparecía cada noche en sus sueños a lomos de un dragón y la prendía fuego.

En algún momento de la noche logró conciliar el sueño. La leche de amapola le hizo efecto y sus sueños fueron pacíficos. Cuando despertó, aún reinaba la oscuridad. Sintió una mano moverse sobre su cabeza, acariciando su cabello con gentileza.

─ Aemond ─Lo llamó en un canto somnoliento.

Mhhm.

─ ¿Crees que estoy perdiendo la cabeza?

Aemond no dijo nada y Maela pensó que había vuelto a quedarse dormida, pero la mano que la acariciaba se detuvo y el lado de la cama quedó vacío. Entonces la princesa abrió sus ojos y vio a su esposo asomado por la ventana de la recámara.

─ ¿Qué pasa? ─le preguntó incorporándose.

Aemond volteó a verla y ella pudo verle el rostro a través de la luz de la luna. No llevaba puesto el parche y el zafiro brillaba más que nunca.

─ Un dragón ha aterrizado.

Maela se levantó de la cama y caminó rápido hacia la ventana. En efecto, había cuatro dragones en el patio cercano a la costa, tres de los cuales pertenecían a los jóvenes príncipes que estaban en la isla. El cuarto, el desconocido, era apenas tapado por la figura de Vhagar,  pero Maela lo reconoció por su rugido tan agudo que sonaba como un chillido.

La pareja terminó de bajar las escaleras y se topó con Lucerys y Rhaena en sus ropas de vestir recibiendo a Daemon.

Maela se precipitó como un rayo hacia su padre y lo examinó de arriba a abajo. Llevaba su ropa de cuerpo negra y una capa de piel por encima. El clima estaba cambiando porque el invierno estaba cada vez más cerca.

Traicion de Sangre || HOTDWhere stories live. Discover now