Six

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Los días posteriores transcurrieron sin ninguna novedad, me había pasado todo el tiempo huyendo de Hobert, intentando esquivar sus miradas durante las comidas y ocultándome en mis aposentos mientras distraía mi mente con cualquier libro que tuviera a mano.

Pero aquella tarde fue diferente, alguien tocó con los nudillos la puerta de mi habitación y cuando fui a abrir me llevé la desilusión de ver en frente de mi a Hobert entregándome una rosa arrancada del jardín.

-He venido a invitarte a dar un paseo.

-En este momento no creo que sea…

-Me he encargado de que el rey esté atendido durante todo el día- me sonrió.

Miré a mi alrededor buscando alguna excusa, pero tras no encontrar nada no me quedó otro remedio que salir de mi habitación y cerrar la puerta volviendo a fingir la sonrisa que ya me costaba seguir manteniendo.

-En cuanto podamos ir a Antigua te llevaré a conocer lo preciosa que es la zona y te enamoraras del lugar con total seguridad.

-No deseo irme de Desembarco del Rey -confesé- aquí he pasado mi infancia y creo que podrá comprender que yo adoro este lugar al igual que usted adora Antigua.

Hobert frunció el ceño, algo irritado con mi actitud.

-Llevas sangre Targaryen indudablemente- esta vez fue él el que forzó una sonrisa- conmigo deberás aprender a controlar ese fuego que corre por tus venas.

-No le entiendo, mi Lord.

Volvió a posar su mirada en mi.

-Busco una esposa sumisa y obediente- su mirada se tornó fría- solo espero no decepcionarme.

Tragué saliva.

-Veo que te han consentido más de lo que muchos hubieran hecho- retomó sus pasos- espero que al menos sepas agradecérselo mostrando ser del bando correcto.

-Nadie me dió a elegir bando, mi lord- inconscientemente empecé a arrancar los pétalos de aquella rosa.

-Y continuará siendo así- se llevó las manos detrás de su espalda y me dedicó una sonrisa- la esposa debe seguir a su esposo y estar unidos siempre por una misma causa.

Asentí apretando las manos con fuerza mientras intentaba contener mi lengua ante él.

-Solo espero que seas fértil y puedas darme hijos capaces de surcar los cielos en dragón.

-Yo no monto dragón- dije con sequedad.

No dijo nada al respecto, se limitó a continuar andando mientras me dejaba atrás para introducirse entre la multitud que aclamaban eufóricos por el entrenamiento de ser Criston Cole y Aemond que espada en mano hacían sonar el acero.

Pero en cuanto Aemond me vio junto a Hobert se distrajo lo suficiente como para que ser Criston le posicionará la hoja afilada de su espalda en el cuello consiguiendo así derrotarlo.

Y eso provocó la risa de Hobert que intentó ocultar sin mucho esmero.

-¿Le hace gracia la situación, tío Hobert?- preguntó Aemond tensando la mandíbula.

-En absoluto- Hobert dió un paso hacia adelante- solo espero que el día de mañana el jinete del gran Vaghar no sea recordado por morir en combate contra cualquier señor de poniente.

A Aemond se le dibujó una sonrisa en el rostro.

-Demuéstrame cómo debe hacerse- levantó la espada apuntando hacia Hobert al mismo tiempo que la multitud se sumía en un pesaroso silencio- demuéstrale a tu futura esposa que serás un hombre capaz de defenderla si Vaghar desciende de los cielos sobre Antigua.

La semilla del dragón// Aemond Targaryen 💚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora