Capítulo 34: Lo juro

161 14 12
                                    


El funeral de Mary-Anne fue bastante concurrido, por ser ella una excelente persona y además ser la esposa del comisario del pueblo, todos quisieron acercarse a darle el pésame a Leonard y a sus hijos, que andaban cabizbajos soportándolo todo en silencio.

Leonard estaba hecho mierda, además de sufrir la pérdida, también sentía culpa. Y aunque la enfermedad fue lo que la mató, él sentía que el dolor que le había causado a la mujer con su infidelidad había influido en el avance de su dolencia.

Se mantenía serio, pero sus ojos estaban enrojecidos, su voz sonaba débil y las ojeras se habían hecho notar en su rostro. Estaba agotado y los vecinos continuaban acercándose a hablarle, de pronto lo vi mirarme y noté que necesitaba que lo sacara de allí.

—Oiga comisario, acompáñame un momento —dije tomándolo del hombro—. Tengo que hablar con usted.

Caminamos hacia afuera de la casa, dejando a los vecinos cuchicheando adentro. Mi amigo apenas salió, respiró hondo y cerró los ojos. Sin decirle nada, volví a tocar su hombro y lo invité a montar un caballo, en menos de diez segundos partimos alejándonos de la multitud.

—¿A dónde vamos?

—A ningún lado —respondí dirigiendo el camino—. Querías despejarte un poco, ¿verdad?

—Sabes, Angus, me gusta interactuar con la gente del pueblo cuando se trata de ellos, no de mí. Yo resuelvo sus problemas, por eso ellos siempre acuden a mí y yo los ayudo, soy su comisario. Pero hoy, ahora, no puedo ayudarlos y ellos no pueden ayudarme a mí.

—Debes tomarte unos días, luego podrás, como siempre has podido.

—Mary-Anne agonizó hasta el último momento. Y yo solo pude tomar su mano y mentirle con que todo estará bien. Ella me odiaba, Angus.

Otra vez su voz se oyó débil. Se notaba que estaba guardando mucho dentro de él, por eso arrié a Nevada y me dirigí al lugar que Leonard necesitaba visitar.

—Ella estaba enojada contigo, pero no te odiaba.

—Mi error fue dejarme llevar con lo de Grace. Si hubiera hecho las cosas bien, ella no habría sufrido y ahora seguiríamos juntos con Grace.

—Todo eso ya quedó en el pasado, Leonard. No puedes matarte pensando en lo que hubieras hecho porque no puedes cambiarlo —reflexioné pensando en mi propio pasado y en todo el mal que causé.

Él suspiró y continuó cabalgando a mi lado, de a poco nos habíamos alejado del pueblo y estábamos llegando a ese lugar que quería mostrarle a Leonard. A nuestro al rededor, cubierto por los árboles de Josué y las rocas, estaba ese escondite que Paul había elegido para refugiarse cuando llegamos aquí a Gold Springs.

Desde el día que murieron había quedado para mí, de hecho, yo había guardado sus cosas y había encontrado a sus caballos aquí días después del tiroteo. Era un buen sitio para pasar tiempo alejado del pueblo y disparar un revolver sin llamar la atención de nadie.

—¿Qué es este lugar?

—¿No lo recuerdas? —dije acariciando a Nevada—. Tú mismo me hallaste atado a aquel árbol. —Señalé con el índice.

Él se quedó con la boca abierta y bajó del caballo, observando con curiosidad las latas y botellas que había colocado sobre las rocas.

—¿Qué es todo eso? —Tocó una de las latas de comida que había recogido de casa—. No me digas que juegas al pistolero aquí.

Empecé a reírme.

—¡Vamos, Leonard! Con todo lo que pasó no podría ponerme a disparar en el pueblo y si lo hago en casa, Judith terminará practicando tiro conmigo. ¡Este lugar es perfecto!

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora