Capítulo 35: Quizás, pueda intentarlo

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ARCO 4

¡Angus me engañó! De hecho, había engañado a casi todos los que lo habían visto leer el periódico frente al banco. Yo lo veía traerlo bajo su brazo, después de haber estado 'leyendo', a veces se lo guardaba en su habitación y otras se lo dejaba a Joss en la recepción.

Como una tonta empecé a hablarle de libros y el muy patán me hizo creer que le interesaba porque los había leído. ¡Nunca lo había hecho! Porque tiempo después descubrí que no sabía leer. Desde ese día he tenido que leer sus cartas, por suerte, hasta el momento ninguna ha sido de alguna mujer interesada en él o alguna ex amante.

Se lo había dicho en broma y él lo había negado escandalizado, sabía que podía confiar en Angus, pero esa parte insegura y posesiva que guardaba dentro de mí pensaba en esa posibilidad, haciendo que mi mente creara escenarios donde él rompía mi corazón. ¿Por qué me hacía eso? No tenía ningún sentido, además, mi esposo no parecía ser un patán, al menos, no de esa forma.

Él trabajaba la mayor parte del día en el corral con los caballos, por suerte había logrado su meta de establecer este negocio que había prosperado muchísimo. ¡Todos en Gold Springs querían los purasangres de Angus! Él era muy dedicado, había salvado a varios caballos abandonados también y los había cuidado hasta hallarles dueños.

Angus y yo pasábamos bastante tiempo en casa y esos momentos eran mis favoritos porque desde temprano cuando trabajaba con los animales solía observarlo desde el porche, cuando él notaba que lo estaba viendo, mandaba un beso desde la distancia, que me hacía reír como una tonta porque seguía igual de enamorada de él como en el primer día.

El tonto hacía muecas graciosas para que me riera y cuando me tenía engatusada se acercaba a besarme apasionadamente. Mi cuerpo se encendía y mis manos no podían despegarse de su amplía espalda bronceada que lentamente recorría hasta llegar a sus negros cabellos que acariciaba a medida que mi boca seguía saboreando la suya.

Cuando estábamos solos porque los chicos andaban en la escuela aprovechábamos para entrar al cuarto, a despojarnos de nuestras ropas y disfrutar de un buen momento juntos. Mi corazón se estremecía de tanto amor que tenía para darle, él se lo merecía más que nadie en este mundo y yo quería darle todo.

Angus era el amor de mi vida.

Estos últimos años había logrado adaptarse a esta vida tranquila y se había convertido en un gran padre, aunque, a veces, no se sentía a la altura; pero observándolo todos los días podía confirmar que lo estaba. Él trabajaba mucho y se esforzaba por aprender cosas nuevas, por eso, de a poco, había aprendido a ser un granjero.

Él solía intentar ayudarle a los chicos cuando estudiaban, pero mucho no podía hacer y eso lo frustraba. Una vez intenté enseñarle a escribir su propio nombre, pero el tonto huyó asustado, así que dejé el asunto. Pero seguí insistiendo de manera indirecta, cuando leía sus cartas o cuando explicaba cosas a Jodie y Angus, para que aprendiera él también.

Y de a poco empezó a mostrar curiosidad.

Por las noches solía acostarse y dormirse al instante mientras yo devoraba algún libro o simplemente observaba el techo y pensaba cosas hasta dormirme. Pero esta vez, con la vista puesta en las letras, sentí como se acostaba a mi lado para quedarse a mirarme fijamente.

—¿Qué? —dije haciendo contacto visual con sus ojos de cachorro—. ¿Qué hiciste? —pregunté pensando en que algo había hecho.

—¡Nada! Sólo veía lo hermosa que te ves leyendo eso. —Se acercó más a mí, apoyando la cabeza junto a mi hombro—. ¿De qué se trata?

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora