Capítulo 11: Terminemos con esto

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Respiré hondo y salí del escondite disparando contra los ventanales del Saloon, tomando por sorpresa a los muchachos que de inmediato se escondieron detrás de las paredes.

—¡Miren quién es! —Paul gritó en tono de burla al reconocerme—. ¡Lograste escapar, muchacho!

—¡Podríamos haber asaltado ese banco, Paul! ¡Huir y seguir con nuestra supuesta hermandad! ¡Pero tú decidiste esta locura y me pusiste en tu contra! —expresé enojado.

Él era un idiota, pero había sido lo más cercano a una familia que había tenido. En el fondo, a pesar de estar cansado de sus locuras y malos tratos, me dolía esta enemistad que habíamos formado recientemente.

—¡Sabía que tarde o temprano lo harías, Angus! —gritó disparando desde la ventana—. Nunca fuiste como nosotros, sabía que huirías como marica con el dinero.

Paul tenía razón, yo planeaba alejarme de la pandilla una vez que robásemos el banco.

Me odiaba a mi mismo, ¿era un traidor? O sólo era alguien que intentaba hacer algo mejor con su vida. Quería justificarme a mí mismo, pero no estaba seguro de saber qué era correcto y qué no. Tenía un montón de sentimientos encontrados que pesaban y dolían en mi pecho.

Paul y Wallace continuaron disparando sin motivo, nada podía hacer para entrar en razón con ambos, sólo disparar, pero sin pecar de impulsivo como ellos. Sabía que tarde o temprano la munición se les acabaría y podría sacar ventaja de eso. Por ese motivo me quedé escondido detrás de un carruaje lujoso a esperar que gastaran esas balas.

Era un buen plan, pero con cada disparo que impactaba en las maderas del carruaje, las maderas se astillaban y quebraban debido a los impactos de las balas, no tardarían en romperse y dejarme desprotegido, debía ser rápido y buscar otro escondite.

Cuando cesó la balacera, volví a disparar con el rifle hacia las ventanas de la cantina, en eso Wallace intentó aflorar de su resguardo para pegarme un tiro, pero no lo dejé. Aproveché que estaban ocultos para salir corriendo a buscar otro escondite más cercano a ellos, porque debía alcanzarlos para enfrentarlos y... Acabar con ellos.

Mierda. Tenía que matarlos.

Seguí disparando mientras me movía entre los carros que quedaron varados en la calle. Paul seguía escondido y Wallace intentaba detenerme disparando con sus dos viejos revólveres, pero yo fui más rápido y lo detuve a él.

Uno de los tantos disparos que efectué contra mi excompañero dio justo en su cabeza.

Desde donde estaba pude ver como esa bala impactaba y a pesar de que lo había hecho tantas veces, esta vez, al ser ese maldito alguien a quien aprecié alguna vez, no pude evitar sentirme impresionado al ver su cráneo romperse con el impacto del proyectil y la sangre manchando su cabello amarillento. Todo eso sucedió muy rápido y Wallace cayó inerte en el suelo de madera del bar.

—¡No! —Paul dio un grito desgarrador—. ¡Angus, eres un idiota! —exclamó enojado y comenzó a disparar enfurecido.

Quizás así podía saber cómo me sentí cuando Wallace le disparó a Gaucho. Pero Paul jamás había tenido empatía y además, me detestaba, era imposible que empatizara conmigo. Aunque ver a Wallace muerto le había afectado bastante, ambos se llevaban muy bien, porque el finado le lamía las botas todos los días. Ya que Paul, había salvado a Wallace el mismo día que le hicieron esa horrible cicatriz en su mejilla y desde ese momento el rubio le había jurado lealtad, convirtiéndose también en su único amigo y mano derecha.

Después llegamos Gaucho y yo, que también fuimos rescatados por Paul, pero no siempre coincidíamos con sus ideas. Aun así, siempre supimos como convivir y logramos durar casi diez años juntos... Hasta ahora, que estábamos apuntándonos nuestras armas y matándonos entre nosotros.

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora