Capítulo 55: Vas a poder, Phillips

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Al final acepté quedarme en el Nuevo Golden Hotel con Grace y Albert, ellos fueron muy amables en ofrecerme hospedaje gratis, así que pude darme un baño, y luego Albert se tomó un tiempo para acompañarme a la barbería donde cortaron mi cabello y me afeitaron. No me dejaron tener dinero a mano, tampoco podía ir a la cantina, aunque daba igual, porque estaba vetado de este lugar. Carl ya no quería ni verme luego de haber ocasionado tantos problemas allí.

Últimamente, casi nadie venía a Gold Springs y el hotel solía estar todo el tiempo vacío, lo que ocasionó que una de las mejores habitaciones estuviera disponible para mí. Era espaciosa, con muebles de calidad y bellas alfombras, en las ventanas tenía cortinas que no dejaban entrar ni un rayo de sol y que al correrlas ofrecían la agradable vista de las calles del pueblo.

Suspiré viendo los detalles del cuarto mientras pensaba en Judith. Era el aniversario de su muerte y todavía los recuerdos dolían como una herida reciente. Lo que más me costaba de no beber, era tener que lidiar con mis propios pensamientos, quería distraerme con algo de lectura, pero el dolor de cabeza no me permitía concentrarme; entonces decidí recostarme porque, además de angustiado, estaba sintiéndome cada vez más cansado y enfermo.

El silencio era torturarte, anhelaba volver a oír las infantiles peleas de los chicos y las quejas de Judith ante los insultos que se hacían los hermanos, pero en ese cuarto sólo oía mi propia respiración. Fue así durante un largo rato, hasta que percibí voces en el piso inferior y luego las pisadas irregulares de Leonard con su característica cojera que se me hacía fácil reconocer. Golpeó la puerta y abrió antes de que pudiera responderle.

—¡Vaya! Te ha sentado bien ese corte de cabello y el afeitado, ahora puedo ver mejor tu cara —dijo saludándome mientras intentaba erguir mi cuerpo—. Aunque te ves pálido. ¿Necesitas algo?

Bajé los pies para sentarme en la orilla de la cama y Leonard se sentó a mi lado, esperando a que le dijera algo, pero yo no tenía muchas ganas de hablarle, me sentía muy molesto, no quería ser grosero con él, pero hubiese preferido quedarme solo.

—No amanecí bien.

—Lamento oír eso, amigo. ¿Y qué tal el hotel?

—Bien, supongo. Grace y Albert han cuidado de mí. —Agaché la cabeza, sintiéndome avergonzado—. Quisiera tomar un trago, pero no voy a hacerlo.

—¿Lo vas a dejar?

—Supongo, no sé si podré —respondí sintiendo mi cuerpo temblar.

—Vas a poder, Phillips. —Tocó mi hombro—. ¿Quieres un té? Allá Grace está preparando...

—¡No! Té, no. No quiero, té. —Me exalté, porque eso era algo muy de Judith.

Leonard dio unas palmadas en mi espalda para que me calmara, me había alterado por algo muy simple, pero no podía evitarlo.

—Nada de té, está bien. —Fue comprensivo.

Quería golpearlo en la cara, porque estaba tratándome como a un niño. Mi cabeza dolía, me sentía débil y nervioso. Seguía alterado, pensando en que jamás volvería a ser el mismo, no entendía cómo había podido Leonard superar lo de Mary-Anne y seguir siendo él mismo.

—¿Cómo mierda hiciste tú? —pregunté casi rogándole por alguna respuesta que me ayudara—. Con... Ya sabes, Mary-Anne.

Él hizo una mueca, lo entendía mejor que nadie en este pueblo, Mary-Anne era un tema delicado para él, así como lo era Judith para mí. Sabía que era egoísta de mi parte preguntarle esto. Pero, al haber pasado por la misma situación hace años, Leonard podía darme una mano y explicarme como afrontar todo esto.

Más valiosa que el oroWhere stories live. Discover now