¿Quién es este chico?

13 7 0
                                    

—Tarde.

—¿Perdona?— Solté girando en mi lugar.

Frente a mí se encontraba un chico alto y un poco pálido, un pelinegro de ojos azul, quien sonreía como si fuese el ser más importante del planeta.

—Pues ya estoy hablándote.

Mierda, ¿Había estado pensando en voz alta?

—Lo siento, no me gusta esto de...

—¿Charlar?— Completó mi oración.

—Sí.

Me di la vuelta y seguí con mi recorrido, no tenía nada que decirle y tampoco me gustaba su actitud sobrante cuando se dirigía a mí.

—Pues no hace falta que tu me hables, puedo hablarte yo.

Me estaba siguiendo.

Genial.

—Eres la chica de Dallas, ¿Cierto?

Asentí, girando en una esquina para ir por otro pasillo.

—Nadine— Dijo.

Estaba confirmando si ese era mi nombre, pero ya lo sabía. No hacía falta que le dijera nada al respecto, además, era como si estuviese recordándoselo a si mismo.

—Soy Azariel, por cierto. Estuviste en clase de filosofía, conmigo.

Bicho raro, pensé.

Al igual que su nombre.

—Ajá.

—¿Desayunaste?— Preguntó posicionándose frente a mí.

Me pare en seco. No quería chocar con su esculpido cuerpo o me daría aún más repulsión.

—No.

—Ven, te muestro el comedor si quieres— Se ofreció demasiado generoso.

—Ya se dónde es.

Y me alejé del lugar, rodeando su cuerpo y apretando mi libro sobre el pecho.

Por favor, que ya deje de seguirme.

Aceleré mis pasos y volví a girar en otro pasillo, llegando a la puerta del comedor. Como una tonta, quizá paranoica, me di la vuelta rápidamente, no estaba.

Se había ido, se había rendido. Gracias al cielo me había dejado en paz.

Camine hacia una mesa lo más alejada posible y me senté en un rincón, por suerte no había nadie cerca y nadie me molestaría mientras comía de mi manzana y leía mi libro de fantasía y brujería.

—Perdona.

Carajo.

Levanté mi vista y observé a las chicas que se encontraban frente a mí. Eran mis compañeras de cuarto.

—Es obvio que quieres estar sola y toda esa mierda, lo entiendo. Pero ya no quedan lugares y no voy a comer en el piso— Comenzó a justificar la pelirroja mientras aplastaba su estúpido trasero en el banco frente a mí.

—No hay problema— Dije.

Pero si lo había, sobre todo si sus miradas estrujadoras e intensas me desconcentran del maravilloso libro que tenía frente a mis ojos.

Cerré mi libro, lo dejé a un lado y mi manzana también, la cual ya estaba a medio terminar.

Puse ambos brazos sobre la mesa y las miré a los ojos, esperando a que me dijeran algo.

Laura abría y cerraba la boca como un pez, esperando a que su amiga le diera la orden, quizá no sabía que decir, o tal vez, simplemente, solo quería conversar de algo.

Vivas por siempreWhere stories live. Discover now