¿Solo dormía?

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"Sus ojos estaban al rojo vivo, al igual que su hermosa y suave cabellera...

Me quité mechones pelirrojos de la cara. El sol estaba puesto, el sonido de las olas golpeándose entre sí.

Ya no sentía frío, era un abrazador y hermoso calor el que ahora inundaba todo mi gélido cuerpo pequeño.

Sus manos suaves y tersas tocaban toda mi piel, a su vez que aquellos brazos largos y morenos me sostenían fuertemente en un intento porque no se acabara este hermoso reencuentro bajo las estrellas.
No quería que se acabara, no podía decírselo, estaba prohibido. Mi silencio y el contacto de mi cuerpecito entre sus piernas eran la respuesta que realmente necesitaba. Mi piel ya sin tiritar ahora sentía miedo, miedo porque no sabía que estaba pasando, que me pasaba. Que nos pasaba. Que pasaría después.

Oímos un ruido seco detrás de nosotras y tomandome por sorpresa, ahora ella me sostenía aún más fuerte, intentando protegerme de algo que no podía divisar en la oscuridad.

—Tranquila, todo estará bien.

Su voz era melancolica y tan pacífica que simplemente me deje llevar por ella. No había nada que temer. Su presencia me podía tranquilizar a tal punto que ya no podía reconocerme.

¿Qué me pasaba? ¿Por qué no huía? ¿Por qué confiaba en una ninfa desconocida? ¿Lo era? ¿No lo era? ¿La amaba?

No puedes enamorarte siendo una ninfa oceanide de mi clase, mucho menos con una de otra especie y jamás con una...hembr una.

¿Era normal?, ¿Era distinta?, ¿Había perdido la cordura?, ¿Acaso estaba hechizada por el aroma de su piel?, ¿Atrapada en una red de ondas rojas y cascadas de brasas calientes y tan... reconfortantes?

"Eso no es lo que hacemos", "No es nuestra naturaleza". Dirían mis hermanas, quiénes si son unas Oceanides reales y perfectas. No como yo, una mentira, una farsa, una cosita sin sentido.

—¿Qué...harás?— Mi voz solo era un hilillo temeroso y chillante.

Su sonrisa, tan pacífica y lejos de todo miedo danzó frente a mis ojos.

No pude volver a preguntar. Aquellas sombras que siempre me perseguían ahora estaban tan cerca que solo podía gritar.

Entonces, una luz, tan cegadora, tan fuerte y paralizante lleno todo el espacio. ¿Qué estaba pasando?, ¿Era ella?, ¿Tanto poder era el que tenía?, ¿En verdad solo me pondría en peligro?.

Eso fue lo ultimo que ví, antes de que desapareciera. Antes de no volver a verla jamás.

Incluso unos días después, no podía quitarme de la cabeza aquello que había visto. Ahora estaba prófuga. Y yo, había sido tachada como una de sus víctimas.

—¿Estás bien?

Giré la cabeza hacia Azariel.

Estaba detrás de mí y de Ula. Por más que lo lamentara, ambas habíamos sido escogidas para vivir en la casa Torton.

Asentí.

—Deben hacer exactamente todo lo que les digan, no desobedezcan y jamás— Está vez miro a Ula. —Jamas deben utilizar sus poderes.

Esta vez ella asintió, de mala manera.

Mis hermanas y hermanos Oceanides debimos ocultarnos entre los humanos, alejándonos tanto el océano como pudimos. Nadie entendió porque, esa era nuestra única fuente de vida. Pero yo estaba completamente feliz de poder alejarme al fin de ese lugar tan frío y horroroso. En cambio, mis hermanas, solo podían pensar en querer morirse antes de pasar dos días lejos de él. Lejos de la arena y lejos de esos feos peces.

Vivas por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora