•Tres: Verdad•

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— Hola.

¿Hola?

— Hola. —se sentó en el suelo al lado de Chuuya que mantenía las piernas contra su pecho y la barbilla apoyada en las rodillas.— Veo que toca noche de copas.

— Ya...

«No está enojado».

Con sumo cuidado pasó un brazo por los hombros del pelirrojo que mantenía la mirada fija en algún lugar y a la vez en ninguno; su mirada estaba perdida en la nada y no se quejó de sentir el contacto del castaño.

— ¿Es el vino que te di la semana pasada?

— Sí. —se acurrucó en el pecho ajeno dejando la botella casi vacía a un lado.— Es mi favorito, lo sabes.

— Lo sé. —se limitó a decir.

Normalmente con comportamiento como este, Dazai sin avisar donde estaba hasta tarde en la noche y Chuuya borracho, conlleva a problemas, a discusiones que terminan con los dos enojados y diciéndose lo más hiriente que les pase por sus mentes. Sin embargo, ambos se limitaban a abrazarse en silencio. Ninguno hablaba para no llegar a pelear. Se conocían perfectamente y guardar silencio era lo mejor. A veces los problemas era mejor ignorarlos porque Chuuya sabía que detrás del comportamiento de Dazai había un problema.

Por esa noche se limitaron a darse una ducha y dormir.

[…]

Dolor de cabeza.

Resaca y mareos.

Máximo cuidado para sentarse en la cama. Sólo en sus mañanas de resaca tiene tanto cuidado para incorporarse porque cualquier gesto brusco empeora su dolor y el martillo gigante que golpea en su cráneo crece el doble.

Sintió ruido abajo en la entrada pero Dazai estaba profundo a su lado sosteniéndolo por la cintura. ¿Kenji?

No, ayer se fue a las diez.

¡Oh, mierda! ¡Eran las tres de la tarde! ¡Anne-san!

De un salto salió de la cama haciendo que el castaño abriera los ojos con pereza. La cabeza le iba a mil y el suelo se movía abajo de sus pies. Todo temblaba y la sola posibilidad de tener a su madre de adopción llegando a verlo después de tres años le causaba un ligero ataque de pánico.

— Hace frío.

— Chist... Anne-san está abajo.

¿Cómo lo sabía? Ni idea pero de que lo sabía, lo sabía.

— Ajá... —Dazai le restó importancia. Chuuya era un genio pero  no vidente.— Duerme. Esa mujer es sólo una pesadilla con kimono.

El pelirrojo lo miró extrañado. ¿Cómo sabía que Kouyou llevaba kimono? Sí, es vestimenta tradicional de Japón pero no quiere decir que se use mucho como para que todas las mujeres llevasen uno.

Batiendo su récord de rapidez se dio un baño y se vistió para entonces darse cuenta que iba con razón.

Kouyou estaba sentada en el sillón con uno de sus kimonos finísimos y carísimos de colores vivos a los que acostumbra, por supuesto que el abanico no puede faltar y mira que es un sábado de frío.

— Chuuya... —exclamó reteniendo lágrimas. Muy pocas veces se daba el lujo de perder la seriedad y ahora fue una de esas extrañas veces; abrazó a su niño que hace años no veía y que por alguna razón ninguno de sus subordinados podía llevarle noticias. Sintió un olor extraño en el cuerpo de Chuuya. Un olor que antes ya había sentido...— ¿Estás bien?

— Lo estoy. Te eché de menos.

— También yo. Fue difícil saber de ti. —«desgraciadamente las personas que mandaba a cuidar de ti terminaban muertas.»— No recuerdo que te quedaras en este apartamento.

Kiss me Again [𝐒𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐚 𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐊𝐢𝐬𝐬 𝐦𝐞]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon