15

3.6K 385 21
                                    

Jungkook

—Toma a Mama y vete a nuestra habitación. Enciérrense ahí. Yo me encargaré de tu padre. —Vuelvo a la puerta que acabo de atravesar.

—Nadie puede encargarse de él. —Sus ojos se abren aún más. —Él es el que maneja.

—Conmigo no, cara de muñeca. —Hago una pausa y lo miro una vez más de arriba a abajo, simplemente asimilándolo. —No sé si te has dado cuenta, pero soy un hombre malo. No corro. No me inclino ante nadie. Ni siquiera ante el don de Chicago.

Su rostro palidece y su voz es casi un susurro. —Te matará, Jungkook.

—Me encargaré de él, y luego volveré contigo. —Lo tomo en mis brazos una vez más y lo abrazo.

—¡Jefe! —Taehyung llama.

—Lo prometo. —Le doy un beso en la coronilla y me giro para irme. —Ve a mi habitación. Cierra la puerta con llave. Ábrela sólo para mí o para Taehyung.

—De acuerdo. —Lo oigo decir mientras me dirijo a las escaleras.

Me apresuro a llegar al primer piso y me encuentro con Taehyung en el vestíbulo.

—Déjalo entrar. Solo su coche. Ningún maldito secuaz.

Taehyung toma su teléfono y da mi orden por la línea. —Joder, esto es una mala idea. —Guarda su teléfono y comprueba sus armas ocultas.

—Sé educado. Sigue nuestras leyes y protocolos.

—¿Qué pasa cuando él no sea educado?

—Estoy seguro de que así será. —Hago crujir mis nudillos.

Se vuelve hacia mí. —Una pregunta, Kook. Solo una. —Asiento en silencio. —¿Vale la pena? —Lo pregunta con auténtica preocupación, con curiosidad y una especie de desesperación. Quiere que salgamos de ésta de una pieza. Su postura tensa y la mirada seria de sus ojos lo dicen todo. Puedo respetarlo. No hemos llegado hasta aquí siendo imprudentes.

—Él vale la pena y más. —Respondo con sinceridad. Alisa su mano sobre su chaqueta de traje.

—Eso es todo lo que necesitaba saber. —Rueda los hombros. —Hagamos esto.

—Educados. —Vuelvo a decir. —Vamos a tantearlo.

Un rápido golpe en la puerta principal indica su llegada, y le doy a mi soldado en la puerta una breve inclinación de cabeza. Se persigna y abre la puerta.

Don Min entra a grandes zancadas, su mirada recorre las paredes y el suelo, revisa todas las puertas y finalmente se posa en mí. Sus cejas grises y tupidas están bajas, y no da una expresión más que de cansado aburrimiento.

—Don Min. Bienvenido a mi casa. —Le hago una leve inclinación de la barbilla. El mínimo de respeto.

Se detiene frente a mí, con la mirada fija en la mía como un tiburón con la comida entre los dientes.

—Entrégame a mi hijo y evitaremos cualquier disgusto.

Esperaba que pudiéramos hacer esto por la vía fácil. Una charla con Min o tal vez un paseo por el jardín mientras discutimos cómo su hijo terminó a mi servicio. Pero no, ha venido a reclamarlo como si fuera una mascota errante, un coche robado, una joya olvidada en una mesita de noche. Él no es ninguna de esas cosas. Es mío.

—El único disgusto que veo es que irrumpes en mi casa y haces exigencias. ¿Así es como se hacen los negocios en Chicago? —Lo miro por debajo de la nariz.

—Si no me das a Yoongi, te enseñaré exactamente cómo se hacen los negocios en Chicago.

—Puede amenazarme, Don Min. No cambiará los hechos. Estás en mi territorio. Faltandome al respeto y a los míos. No tomo las amenazas a la ligera. Pregunte por ahí, si quiere. Estoy seguro de que mi reputación se descubre fácilmente si solo te preocupas de preguntar a los otros jefes con educación.

doll face Donde viven las historias. Descúbrelo ahora