18. Lo que mal empieza, bien acaba

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Guillermo.



Me levanté temprano, como cada día, para ir a trabajar. Bueno, realmente, no es que me hubiese levantado, simplemente casi no había dormido.


Había estado nervioso durante toda la noche, tanto que no pude pegar ojo, pensando en que vería a Samuel a la hora de salir de la cafetería.


Me decía una y otra vez que no quería verlo, aunque fuese mentira, quiero a hacérmelo creer, pero era, completamente, imposible. Ansiaba verlo, con toda mi alma. Pero, desgraciadamente, las circunstancias no eran como yo deseaba.

Me gustaría que cuando nos reencontrásemos, pudiéramos, simplemente, abrazarnos y quedarnos así todo el tiempo como nos sea posible.


"Le gusta Caro" me recordó mi subconsciente. Como si fuese a olvidarlo algún día.


Me puse en pie, cogí la ropa del día anterior, y me dirigí hasta el baño para darme una ducha rápida.


Suspiré pesadamente, antes de introducirme en ella, y me dejé llevar una vez estaba bajo el chorro de agua que salía del grifo.


Salí de ésta, una vez duchado, y cogí mi teléfono móvil, que llevaba sonando un buen rato.


"Que no sea él"


Mi corazón latía, frenéticamente, en lo que llegaba hasta el móvil.



—Dime, Raúl. —Atendí la llamada, al ver el nombre del contrario en la pantalla. Me tranquilicé, un poco, al mismo tiempo que me decepcioné, al saber que no se trataba del chico que me quitaba el sueño cada noche que pasaba.


—Guillermo, por favor, ven cuanto antes. La zorra de nuestra ex-compañera, ha venido con un ejército de niñatos y temo que pase lo peor. No queremos llamar al jefe, para no preocuparlo, así que nos estamos encargando los que estamos ya aquí, que somos Pedro y yo.


—Enseguida estoy allí. —Me metí prisa, y salí pitando de casa.


Empecé a correr, aunque debía reconocer que no me gustaba demasiado, para llegar cuanto antes.

Vi a Caro, que se dirigía a la entrada y la paré para avisarla.


—Caro, Jessica está ahí dentro. —dije, intentando recuperar el aliento.


—¿En serio? —Horrorizada, miró en el interior del local, al igual que yo, y ambos lo confirmamos.


La zorra de pelo moreno nos vio afuera y nos señaló con el dedo. Aunque, probablemente, fuera por mí.

Ella y su grupo de amigos, yo los llamaría perritos falderos, salieron del lugar para enfrentarse a nosotros. Raúl al ver aquello, también salió, tras decirle algo a Pedro.

Wigetta: Número equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora