CAPÍTULO 16

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Se había sembrado un silencio muy pesado e incómodo en la oficina de Armando.

Julio se había marchado con calma mientras todos sus desastres se habían quedado impregnados en el aire que compartían Betty y Armando. Llevaban más de un minuto en silencio total, no creyendo que lo que acababan de vivir fuera real; no querían creerlo porque afrontarlo era regresar la tristeza de todos esos años sin verse, pero doblemente arrolladora.

—Betty...— Susurró Armando, con temor y dolor retenido en el pecho. Había sido un error haber dejado que ese hombre soltara todas esas idioteces delante de Betty, pero siendo sincero nunca se imaginó que vendría con semejantes locuras.

En sus planes nunca había estado un matrimonio arreglado, él solo se veía casado con una sola... la mujer más terca y hermosa que podía existir en toda la vida.

—No te preocupes, mi amor, sé que has intentado sacártelo de encima desde que empezó a hablar, así que no temas porque nada de lo que ha dicho me afecta— Forzó media sonrisa en sus labios y se pasó las manos por la falda del vestido como un ademán para sacudir la incomodidad— Estoy segura de que encontrarás mejores soluciones para salir del problema, no creo que sea tan grave como él lo ha dicho, ¿cierto?

—No...—Contestó con un tono seguro mientras negaba lentamente con la cabeza y llevaba sus manos a las bolsas delanteras de su pantalón. No sabía cómo podía decirle que en realidad todo estaba mucho peor de lo que había dicho Julio Valencia.

Ecomoda estaba a un par de pocos miles de pesos en deudas para pasar a ser polvo. Estaban contra las cuerdas y quizá de pronto Julio ya lo había investigado para venir a hablar con tanta seguridad de lo que quería para sí mismo y su hija.

—¿Crees que ese hombre te dejará en paz? Se veía muy seguro de lo que decía y conozco bien a esos señores ricos. Aquí vienen tantos que traen a sus esposas e hijas que no es difícil distinguir a uno que dará problemas de más.

Armando esbozó una sonrisa y llevó sus manos a las mejillas de Betty, acariciando su piel con delicadeza.

—Tú no te preocupes por nada de eso—Le dio un rápido beso en los labios y sonrió mientras Betty asentía— Lo que debes hacer ahora es relajarte y platicar con tus papás sobre los preparativos de la boda, por lo menos con tu mamá que estoy seguro no te dirá que no aún si pasa por encima de tu papá.

—Suena muy bien, pero primero hablaré bien con ambos de todo esto porque si no de todas maneras ellos encontraran un momento de recriminarme la escapada que tuvimos estos días y todo lo que seguramente me trajo con Inesita por ausentarme del puesto.

—Si se pone muy brava me avisas y te echo una  mano... o simplemente dejas que te despida y ya, así te llevo a vivir conmigo— La pegó a su cuerpo mientras mantenía una cara llena de picardía— Podemos ensayar para la vida marital...—Recorrió de su boca hasta el lóbulo de su oreja y lo mordió con lentitud y suavidad, haciendo que se escapara un leve jadeo del pecho de ella.

—Definitivamente no podré ir con mis papás si sigues haciendo eso, Armando— Alegó con un tono risueño mientras se despegaba del cuerpo de Armando— Veremos que me dicen abajo y te cuento más tarde porque es seguro que te espera un desfile de reproches cuando tu mamá se entere que has vuelto— Le dio un suave beso en los labios y caminó a la puerta— Te amo, nos vemos más tarde.

—Nos vemos, preciosa, también te amo...— sonrieron y Betty salió de la oficina. En cuanto la puerta se cerró, Armando dejó salir un suspiro pesado lleno de frustración y enojo. Betty que se había quedado recargada en la puerta ante la debilidad de fingir fortaleza, escuchó aquello y bajó la mirada con melancolía llenándole los ojos.

DÉJAME AMARTEOnde histórias criam vida. Descubra agora