CAPÍTULO 24

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Armando miraba los contratos que tenía que firmar como por quinta vez esa mañana, ya era cinco de Enero y sus días de descanso por el año nuevo se le habían ido volando en ese pequeño sofá junto a Beatriz. 

Ahora se enfrentaba al terrible estrés de los teléfonos sonando como locos y al tonto de Freddy entrando y saliendo de su oficina con cartas, tintos, los documentos a máquina mal hechos que tenía que hacer a falta de secretaría.

Estaba completamente seguro que de estar la otra tonta que había despedido, todo estaría exactamente igual, pero su paciencia estaba llegando a su límite y eso que apenas darían las doce del día.

—¡Conteste ese teléfono, Stewart!

—Freddy, señor, para usted soy Freddy...—Respondió con nervios y Armando rodó los ojos. Freddy corrió a contestar y asintió con los mismos nervios al escuchar la aguda e irritante voz exigente del otro lado de la línea— Sí claro yo le digo...Señor Mendoza, es la señorita Marcela Valencia que quiere saber sí la acompañará esta tarde a Bogotá para comprar su ajuar de novia...

Armando se sacó los lentes con desespero y se levantó con brusquedad de la silla. Salió hasta el escritorio y le arrebató el teléfono a Freddy.

—¡¿Cuándo vas a dejar de llamarme, maldita sea?! ¡Estás loca si crees que iría a cualquier lado contigo, ya déjame en paz!—Colgó con furia y miró a Freddy con impaciencia— Y usted no se quede ahí parado y dígale a Mario que me consiga una secretaría que me sirva para algo más que para enseñar las piernas. No quiero otra boba como la que tenía ahí sentada todo el día sin hacer nada— Freddy asintió y Armando entró de nuevo a su oficina, dejándose caer en su silla cuando por fin consiguió un momento de silencio.

Sabía que su madre y Marcela ya debían tener algo adelantados los preparativos de la boda, pero nunca se imaginó que tanto. Las invitaciones habían llegado hace una hora listas para repartir, el pastelero había llamado para acordar su pago y lo mismo con el cura que los casaría.

A este último lo había tenido que cancelar y él mismo había contactado con uno especial que Mario había encontrado unos pocos días atrás. Se trataba de un hombre que sólo oficiaba bodas, pero sin ningún poder o conocimiento religioso o civil; se trataba de un simple actor que los hombres solían contratar para casos como este y aunque le había cobrado una fortuna sabía que valía la pena. No pensaba contraer nupcias religiosas ni jurarle amor eterno frente a Dios a nadie que no fuera Beatriz.

Beatriz...

Pensó con calma y una sonrisa genuina se la pintó en los labios. Esa mujer siempre lo hacía suspirar y añoraba tenerla de nuevo entre sus brazos aún si apenas había pasado menos de un día que estuvieron bien pegaditos sobre su cómodo sofá.

Se levantó de golpe y se acomodó la ropa con delicadeza, quizá verla era lo que su estresante mañana necesitaba para aliviarse. Se casaba en menos de diez días y sentía la presión sobre su pecho. No imaginaba que fuera sano y sabía que debía despejarse si no quería morirse de un ataque de rabia al notar una vez más cualquier cosa que Marcela ya tuviera lista para su estúpida boda.

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Betty cosía con brusquedad y sin paciencia, el corsé de un vestido azul marino. Estaba al borde de un colapso de nervios y lágrimas.

Freddy se había aparecido hacía una hora con la gran noticia de que Armando le había dado una invitación para su boda con la "señorita" Marcela. La había enseñado por cada rincón con orgullo y ella estaba que se la llevaba el mismo demonio.

DÉJAME AMARTEWhere stories live. Discover now