𝟔. 𝐏𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚

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|EVE|

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Un sábado cualquiera en el bar de mi madre era uno lleno de gente, cargado de buen ambiente, de carcajadas... De amigos que se reencontraban tras una larga semana de trabajo con la idea de ponerse al día y echarse unas risas. De familiares que andaban buscando tener un día diferente, uno lejos de la zona de confort que era la monotonía. Todos los allí presentes compartían el mismo factor de regocijo en su visita: ansiaban pasar un rato divertido y ameno. Como yo.

Para mí los sábados eran un lienzo en blanco. Podía coger ideas de todas partes. Además, resultaba liberador rodearse de tantas personas alegres. Era agradable rodearte de sonrisas, buenas caras y carcajadas. Ese aura te llenaba, te satisfacía, se te pegaba a la piel y a las emociones, por mucho que no lo quisieras. Por mucho que luchases contra ello, terminabas contagiándote y compartiendo sonrisas sin saber a qué se debían.

Por esa y por más razones se podría decir que los sábados eran mis días favoritos, en los que más animada me encontraba, los que más disfrutaba por mi tiempo libre, por lo tranquilos que solían ser. Y por el cocido que preparaba mi madre. Sábados de cocido y domingos de paella. Insuperables.

Aunque siempre llegaba ese punto de amargura dispuesto a restar el dulzor de las cosas buenas, ese granito inocente de sal que arruinaba la última cucharada de tu postre favorito. Siempre había algo de cal en la arena.

Por el momento me encontraba intentando descifrar qué tipo de perfil éramos mis amigos y yo de todas esas conclusiones que saqué al observar el local. ¿Éramos amigos que se reencontraban para echarse unas risas? No, precisamente eso no. Tampoco podía calificarnos como familiares detrás de salir de una rutina, más bien todo lo contrario. Éramos amigos, sí, ¿como familia?, también. Nos echamos alguna que otra risa, sí, no obstante, el motivo que nos había arrastrado hasta el bar no era otro que terminar ese dichoso trabajo que ya comenzaba a darme dolor de cabeza. Sin olvidar el pequeño factor de que Ari sí que se unió a esa quedada en busca de reencontrarse con nosotros tras su tiempo de desaparecida. Tenía ganas de pasar un buen rato con sus amigos y salir ya de una vez de esa nueva rutina que ella misma se creó y que le duró algunos días.

Tal vez no éramos muy distintos a esa gente que yo analizaba en mis segundos libres.

Los miraba tanto que no podía casi controlar mis ganas de dibujar entre las páginas del libro de religión. Estaba luchando por no llenar de dibujos los márgenes en blanco.

Val no dejaba de observar mis manos, extrañada por verme sujetar un portaminas cuando supuestamente solo estaba leyendo los párrafos importantes del tema. Kaleb, sin embargo, seguía tecleando en su MacBook sin encontrar nada sospechoso a su alrededor. Y Ari se encontraba demasiado ocupada contemplando los dedos de Kaleb, esos que toqueteaba de vez en cuando con el fin de cabrear a nuestro amigo por interrumpir su rápida escritura. Así que ni cuenta se daba.

—Ari, joder —protestó de nuevo cuando la de lentillas amarillas le robó un anillo del pulgar—. ¿Me vas a dejar terminar esto de una puñetera vez?

𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐬𝐨 𝐈𝐧𝐞𝐱𝐩𝐞𝐫𝐭𝐨Where stories live. Discover now