𝟏𝟕. 𝐄𝐥 𝐚𝐮𝐭𝐨𝐜𝐚𝐫

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La mañana que esperaba que fuese una alegre y colmada de entusiasmo por la excursión que teníamos por delante, se vio truncada por lo sucedido la noche anterior con mi mejor amiga, cuando la encontré herida y desolada en el portal.

Mi ánimo andaba por el suelo y tenía las tripas revueltas al ver morados formándose en la piel de la susodicha. Sentía repulsión ante semejante acto de crueldad y atrocidad, la injusticia reinaba en el asunto, sin embargo, yo no podía hacer nada porque Val no me lo permitía.

Bajo mi opinión, en momentos así deberías de reparar en cosas que tal vez nunca antes te habías planteado, en ideas que quizá en otros momentos llegasen a parecer locuras o imposibles, situaciones a las que no habías terminado de darle forma, pero que al fin y al cabo eran opciones viables; por muy duras que parecieran llevar a cabo en un principio.

Pero no. Val no era así.

Mi amiga tenía las cosas muy claras, se negaba a denunciar a su madre por mucho que yo insistiera en que era la decisión correcta, la única vía que debía tomar. En lugar de dar el paso, ella prefería refugiarse en mi casa hasta que la nueva pareja de su madre la dejase y todo volviera a esa normalidad tan compleja que le tocaba soportar y a la que le tocaba amoldarse.

En cierto modo, entendía su postura: su padre estaba preso y su madre era lo único que le quedaba, y Val, puestos a ello, era fiel a ese refrán tan conocido que decía lo siguiente: "Más vale malo conocido que bueno por conocer"; que como su significado deja claro, no conviene arriesgar lo que se tiene por algo que puede resultar ser mayor o mejor, por si en realidad es peor a lo que tenías.

Si te parabas a pensarlo fríamente después de una denuncia, llegaba un proceso muy duro de juicios, pruebas, brechas abiertas y frentes complicados con la persona que te trajo al mundo. Si Val tenía "suerte", terminaría ganando el juicio y consiguiendo que la llevasen lejos de su madre, ¿pero eso era una victoria? ¿Y si daba el paso y su vida empeoraba al irse a un lugar desconocido con gente que podría llegar a ser más cruel y dañino que su madre?

En todo caso, nunca sabríamos la respuesta a esa pregunta porque Val se negaba a arriesgarse a salir del que un día fue su hogar. No iba a dar el paso tan gigante que era llevar a juicio a Pilar por maltrato. No por el momento.

Retiré el edredón de mis piernas, dejándolas libres para poder salir de la cama y comenzar con el día. No tenía ganas de ir a esa excursión, mucho menos de despertar a Val cuando se encontraba tan tranquila y libre de problemas; seguía tumbada en la cama, refugiada bajo el calor que le proporcionaban la sábana y el edredón. Si la despertaba se mortificaría en un bucle constante de pensamientos y dolor.

Pensé mucho entre no ir a la excursión y dejar que descansase o en animarla a ir para que se mantuviese ocupada, por lo menos. Dudé bastante, hasta que recordé que Val no era de las personas que se quedaban encerradas llorando por las esquinas y lamentándose por sus desgracias; ella era más de salir, animarse y comerse la cabeza cuando tocaba y cuando nadie la viera.

𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐬𝐨 𝐈𝐧𝐞𝐱𝐩𝐞𝐫𝐭𝐨Where stories live. Discover now