𝟏𝟒. 𝐏𝐨𝐬𝐭-𝐢𝐭

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|EVE|

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Irreal. Así se podría definir la situación que estaba viviendo al tener a Ian en mi cama. El simple hecho de tenerle en el cuarto ya me parecía algo difícil de creer, pero, el compartir espacio con él sobre un colchón, ya era demasiado por procesar.

Se me erizaba el vello de solo verle ahí, a pesar de que se encontraba a bastante distancia de mí. Porque no importaba lo lejos que estuviese de mí, él lograba ponerme nerviosa hasta sin estar presente.

—¿Qué miras? —escupió.

—Eh... No sé.

Avergonzada, agaché la cabeza, concentrándome en el papel donde descansaba mi hamburguesa. Me sentí mal por estar mirándole de esa forma tan fija, aunque él no pareció molestarse, sino más bien sorprenderse.

—Cena, que se te enfría —soltó en modo orden—. ¿Quieres probar mi carne?

—¿Disculpa?

—¿No me mirabas por eso? Quieres probar mi hamburguesa, ¿no?

Las mejillas se me calentaron mientras él me ofrecía morder un poco de su chorreante hamburguesa. Era doble, de carne, con bacon, queso, salsas y muchas rodajas de tomate natural; al parecer le gustaba bastante esa fruta. Como respuesta a su propuesta encogí el gesto, vi cómo goteaba mostaza sobre el papel y me produjo cierto rechazo. Odiaba la mostaza.

—No, gracias.

Él se encogió de hombros, dando otro bocado a la pieza con una mirada que me decía «pues tú te lo pierdes, maja».

Ian era de esas personas que disfrutan comiendo, que no les importa ponerse perdidos de salsa o cualquier otro resto que dejen la pieza que devoran. Así mismo se encontraba: embadurnado de salsa. Tenía salsa en los dedos, en el costado de su mano derecha, también sobre los labios e incluso en la punta de la nariz. ¿Cómo podía ser tan despreocupado a la hora de comer y disfrutar tantísimo al mismo tiempo?

—Tienes salsa por ahí y también por ahí —Señalé la comisura derecha de su boca, después sus labios y por último su nariz—. Por todas partes, más bien.

Le tendí una servilleta que aceptó y usó para pasársela por todo el rostro. De esa forma terminó antes de quitarse las manchas, ahorrando el tener que estar preguntándome las zonas exactas.

—¿Por qué tú no te manchas? —me miró como si fuese un extraterrestre cuando más bien eso era lo que yo pensaba de él tras verle comer.

—Porque me voy limpiando a medida que voy comiendo. Es bastante eficaz. Deberías probarlo.

Se carcajeó y asintió varias veces.

—¿Qué te hace gracia? —cuestioné.

—Que me has llamado sucio por toda la cara.

𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐬𝐨 𝐈𝐧𝐞𝐱𝐩𝐞𝐫𝐭𝐨Where stories live. Discover now