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No lo podía creer.
Siguió con la vista el tiro de Montiel como si de eso dependiera el resto de su vida. Probablemente lo hacía.

Había dado todo por esto, había jurado que la ganaría. La copa del mundo. Y no solo por su propia satisfacción, sino principalmente por él. Lionel Messi, el ídolo de su vida.

Lo había prometido, desde aquellos penales contra Colombia en la Copa América, desde que sintió el pequeño cuerpo de su compañero descansar contra su pecho, apretándolo en sus brazos, repitiéndole que se lo merecía más que nadie.

Aquel recuerdo palpitó como nunca y, fue de sus más grandes motivaciones hasta la fecha. Emiliano quería darle la vida a Lionel. Él moriría por Lionel. Y no era solo un pensamiento recurrente en su mente sino que más bien fue una declaración textual ante la prensa. Admitió públicamente el hecho de dejar la vida en la cancha por su compañero, y desde ese día parece haber estado confundiendo mucho sus sentimientos.
O más bien desde los días en los vestuarios del campeonato americano, donde Emiliano recuerda no poder frenar su llanto, y Lionel siempre estaba ahí para él, casualmente.

Aquellos momentos juntos, tan íntimos,  alimentaron el vínculo entre los jugadores. Dibu pasó noches enteras llorando en las piernas del mayor, mientras este intentaba consolarlo torpemente, pero de forma convincente. Ser el capitán durante tantos años le habría dado el don del habla. Sus discursos inspiraban seguridad, consuelo. Emiliano no fue la excepción.
Además de ídolo y compañero, encontró en él un amigo. Un amigo al que no quería decepcionar por nada del mundo.

Y hablando del mundo, y la copa; el mundial. El tiro de Montiel, el estadio alzándose en un grito al unísono. El grito que le bastó a Martinez para darse cuenta de que lo habían logrado.
El peso abandonaba su cuerpo. Tomó una bocanada de aire y la soltó a medida que caía sobre el césped húmedo.

Lo habían logrado. No habrían más noches de llanto. Ni entrenamientos mezclados con sentimientos de frustración, con caras tensas y un ambiente hostil. Solo le esperaban alegrías, festejos interminables. Podría volver a casa con la cabeza en alto. Lionel Messi podría volver a casa con la cabeza en alto y la sonrisa grabada en su rostro.

Messi. Solo podría pensar en él ahora. Messi lo había logrado. Unas pequeñas lágrimas asomaron al pensarlo, estaba más feliz por él que por cualquiera.

Se levantó bruscamente del césped y comenzó a buscarlo con la mirada, desesperado. Logró ubicarlo en cuestión de segundos, la mitad del equipo lo rodeaba con sus brazos. Estaba arrodillado, a unos cuantros metros de Emiliano.

El nombrado comprendió su carrera hacia el capitán, con la mente en blanco y la excitación al tope. La emoción de ser campeones, por primera vez en más de 30 años. El privilegio de poder estar ahí. Y de saber lo feliz que estaba haciendo a Messi. Aquello también fue mérito suyo.

Llegó en un santiamén. A medida que sus compañeros iban separándose y abrazándolo mientras lloraban, le hacían espacio para acercarse más a su objetivo.
Luego de un rato de abrazos cargados de emociones, sus ojos chocaron contra los del más bajo, quien se levantaba del suelo mientras le mostraba la sonrisa más sincera que había visto en un tiempo, contagiándole la felicidad al arquero.

—Lo hiciste, Leo —Le sonrió, cediendo ante sus lágrimas, llorando como un niño pequeño.
Lionel no tardó en saltar a sus brazos, como acostumbraba a hacer con sus compañeros ante a un festejo. Claramente el Dibu no dudó en agarrarlo bien firme, abrazándolo con una fuerza incontrolable, aunque al mismo tiempo con delicadeza.
Permanecieron así mientras el resto seguía saludándose y las cámaras se acercaban a registrar aquel hermoso momento.

—No habría podido sin vos, Emi. Sos grande, sabelo —Messi dijo a su oído, aún encima de él. —Te amo, hermano —. Concluyó, dejando un beso en las mejillas rojas de Emiliano, quien no podía parar de llorar. Apretó sus brazos, quienes sostenían a Lionel por sus piernas. Messi le respondió apretando sus extremidades alrededor de su cuello, generando más apego entre sus cuerpos.

El más alto no encontraba forma de demostrarle al otro lo emocionado que estaba respecto a la situación. Sin pensar en frío sobre sus acciones y arrastrado por el calor del momento, tiró su cabeza hacia atrás, abandonando el hueco entre el hombro y el cuello de Lionel.
Antes de que el mayor pudiera reaccionar, Emiliano juntó sus labios rápidamente. Un beso que no tardó en volverse un tanto apasionado cuando Lionel correspondió a este, confundido. Ambos presionaron contra el otro, bruscamente.
No duró mucho tiempo, pero sí el suficiente como para que las cámaras los pillaran en el instante.

Messi bajó de los brazos de su compañero con una sonrisa, aún mirándolo a los ojos.

—No te tenía así de atrevido, eh —Comentó Lionel riendo, dándole palmaditas en la espalda. Emiliano comenzó a reír también, demostrando timidez ante su acto.
—Y bueno, a veces uno se deja llevar —. Le respondió, a medida que caminaba en dirección contraria, intentando parecer desinteresado, mas explotando por dentro. Había besado al mismísimo Lionel Messi.

Los demás a su alrededor casi que no reaccionaron, más que con un par de "eaaa" o silbidos alentándolos. Era normal que en una situación así de emocionante, hubiera por lo menos uno de aquellos besos intensos. El momento lo ameritaba.

Pero Martinez parecía seguir sumido en aquel contacto boca a boca. Compartir un beso con Messi solo podría haber sucedido en sus sueños. Y lo peor de todo, es que él mismo lo había iniciado. Él encaró a Messi, ¿De dónde había sacado el atrevimiento si era totalmente tímido cuando de Lionel se trataba?

Intentó restarle importancia, continuar con la celebración. Eran campeones del mundo, no se quemaría la cabeza pensando en un beso de 3 segundos.

Lo preocupante no era lo que había hecho, sino la demanda que crecía en su pecho a medida que veía a Messi alejarse más, saludando a la gente.
La demanda de volver a tenerlo así de cerca, entre sus brazos.
Tal vez era mala idea acostumbrarse a la idea de su compañero tan cerca suyo. Aquel beso fue una revelación. Una en la que Martínez no quería perder tiempo; era imposible.
Todos aquellos pensamientos intrusivos serían analizados más tarde, concluyó.

𝗞𝗜𝗦𝗦𝗘𝗦 𝗔𝗡𝗗 𝗥𝗘𝗚𝗥𝗘𝗧𝗦 messi, dibuWhere stories live. Discover now